Ney, nosotros, ellos y yo

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Desde Israel, documental y diario íntimo

Reconocido productor, Nicolás Avruj debuta en la dirección de largometrajes con un film que combina, con muchos más aciertos que carencias, elementos propios del documental de observación, el diario íntimo, la épica de viaje, las películas familiares, el cine político y el ensayo social.

Todo comenzó en 2000, cuando Avruj -por entonces de 25 años- emprendió un viaje de varios meses por Israel sin rumbo fijo ni objetivos definidos. Con su pequeña cámara a cuestas comenzó a filmar primero en Tel Aviv, para luego trasladarse a Jerusalén y más tarde a las convulsionadas zonas de Gaza y Cisjordania. Lo que había comenzado en plan casi vacacional terminó siendo un registro propio de un corresponsal de guerra.

Avruj -proveniente de una familia de larga tradición judía con militancia en diferentes organizaciones y de ideales progresistas- convivió con habitantes de asentamientos judíos y con palestinos que sobrevivían en condiciones miserables con la idea de buscar explicaciones y, de manera bastante ingenua, apostar a la reconciliación y la convivencia en medio del odio (y el fuego) cruzado.

Ese material (tan urgente, potente y visceral como por momentos desprolijo) quedó durante más de una década en un limbo hasta que Avruj decidió retomarlo para escribir y editar esta película que cumple con el doble papel de ser tanto un relato en primera persona, íntimo y confesional, como una aproximación respetuosa y rigurosa a uno de los conflictos más antiguos y sangrientos de nuestra historia. Una propuesta valiosa tanto por la honestidad y nobleza de su realizador/protagonista como por la potencia desgarradora de sus imágenes.