Necronomicon

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

Llega a las salas Necronomicón: el libro del infierno dirigida por Marcelo Schapces con la complicada tarea de llevar el universo Lovecraft al cine en Argentina.
La historia sigue a Luis (Diego Velázquez), un empleado de la Biblioteca Nacional que vive con su hermana en un edificio donde suceden extraños acontecimientos que comenzaron con la muerte de un vecino llamado Dieter. Éste estaba a cargo de cuidar un libro, El Necronomicón, que protege a la tierra de antiguos males. Luis termina involucrado en la búsqueda de este ejemplar que se esconde en su lugar de trabajo, mientras en la ciudad se avecina un clima apocalíptico.

Ya sea por cuestiones de traspaso literario o porque el autor no maneja el terror de manera convencional, los cuentos de Lovecraft no son nada comunes de ver en el cine. Se pueden llegar a encontrar algunos cortos en internet o algunos trabajos específicos alrededor del autor como fueron los de Stuart Gordon con Re-Animator (1985) o el capítulo de la serie “Masters of Horror”: Dreams in the Witch House.

El miedo a lo desconocido es el tópico de la mayoría de sus historias, causa y consecuencia de la paranoia y locura de sus personajes. El universo que se ha creado alrededor del autor ha producido también leyendas: una de ellas es la localización de una de las primeras copias de El Necronomicón o el libro de los muertos en Buenos Aires, específicamente en la Biblioteca Nacional.

Schapces expande este mito y lo convierte en un relato. Una historia que en ningún momento se asemeja al terror que el cine argentino está produciendo hoy en día, sino a una construcción fantástica literaria. Respeta ciertos puntos pesadillescos que se encuentran en Lovecraft. Esta idea de soñar despierto es vista en algunas escenas que parecen desestructuradas del relato clásico. Aunque se podría cuestionar que se queda a medio camino de querer contar aún más sobre este mal que acecha a los personajes (aunque no es mencionada, la figura maligna llamada Cthulhu está presente pero no se desarrolla) y por el otro da por sentado o explica muy rápido cierta información al espectador que trata de asimilar lo que está viendo.

Los actores no están mal en sus personajes y cada uno cumple la función que le corresponde pero el problema radica en el registro de sus diálogos rozando por momentos el español neutro y en otros el argentino.

Para destacar es que, con el acotado presupuesto, los efectos visuales están correctos. Las figuras monstruosas aparecen muy poco y generan el desconcierto buscado, mientras que la ciudad de Buenos Aires está dibujada en el cielo y en sus edificios de una manera más clásica y menos contemporánea, reafirmando la idea del relato literario de Lovecraft que se ubica a principios del siglo XX.