Necrofobia

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Lo mejor que puede decirse de una película como "Necrofobia" de Daniel de la Vega es que no tiene nada que envidiarle a las películas en las que se inspira.
Mientras que muchos eligen bordear lo satírico para hablar de terror nacional, mientras que el propio Darío Argento choca al querer emularse a sí mismo en Giallo y no le encuentra el rumbo al clasicismo en Drácula, de la Vega, disimuladamente, silbando bajito, logró una de terror “como las de antes”.
Pero atención, que hacer un film clásico no quiere decir hacer algo tradicional y menos rutinario. Por el contrario, "Necrofobia" prescinde de los elementos regulares del género para adentrarse en una atmósfera propia, inusual, en donde cada plano, cada detalle cuenta, quizás más que el relato global.
Dante (El camaleón Luís Machín, extraordinario como siempre) es un sastre con una fobia particular, o en verdad no tanto, le teme a la muerte, o más precisamente a los cadáveres. Cada vez que se siente cerca de uno, entra en un estado catatónico de alucinación que no puede controlar.
Para colmo, de males, ya desde la secuencia pre-títulos, vemos que debe hacerle un traje para el velorio de su hermano gemelo… e imaginen lo que puede ocurrir cuando vea su propio rostro (o el de su hermano que en definitiva es el de él) siendo velado.
Una alucinación que ya no tiene vuelta a atrás, la noción del tiempo, de la realidad y la ficción, de la continuidad lógica se pierde, todo se torna confuso mientras una serie de muertes se suceden a su alrededor. ¿Será realidad? ¿De qué modo está él implicado?
El director pega un giro respecto a su anterior film, la comedia negra Hermanos de Sangre. Acá no hay lugar para la comedia; más cercano en clima a Death Knows Your Name, aunque más rigurosa y mucho más profesional.
Necrofobia ama el giallo, aquel género tan propio de los italianos en las décadas del ’60 y el ’70, y más deformado en los ’80. Aquel que busca el alto impacto, que parece un policial recargado y de explotación. Todo eso tiene este tercer Opus de Daniel de la Vega, y hasta el 3D es utilizado en razón de eso, como una suerte de jugueteo de explotación.
Algunas decisiones erráticas en el resto del elenco que incluye a Gerardo Romano, Viviana Saccone, Raúl Taibo y Julieta Cardinali, más algunas situaciones que no terminan de estallar, no permiten que Necrofobia sea todo lo que pudo ser; aunque definitivamente el saldo sea positivo.
Párrafo aparte para la música incidental a cargo de Claudio Simonetti, mítico compositor del giallo, y particularmente de Darío Argento quien realiza un aporte fundamental para crear el ambiente buscado y necesario.
Necrofobia es un film en serio, una de terror que prescinde de la lógica para basarse en la creación de sensaciones. Visceral a su manera, de alto impacto, como leer una edición de aquella revista Esto!, pero con muchísimo mayor rigor estético.
De la Vega, nombre fundamental del “nuevo terror argentino” realiza aquí su obra definitiva, y así también, de la mano de los guionistas colaboradores Nicanor Loretti y Germán Vidal, crea la obra definitiva para un antes y un después en nuestra filmografía hemoglobínica.