Necrofobia

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Buen terror local, con ecos del “giallo”

Este psychothriller argentino quizá sea lo más cerca que pueda llegar el cine nacional a esos "giallos" que en sus buenos viejos tiempos dirigían maestros como Mario Bava y Dario Argento.

El título se refiere al rechazo patológico por todo lo que esté relacionado con la muerte del protagonista Luis Machín, que en un jugado doble rol también interpreta a su hermano gemelo. Ambos tienen una sastrería ubicada en un edificio gótico por demás, pero cuando uno muere por una aparente sobredosis de pastillas recetadas por el psiquiatra familiar, el gemelo necrofóbico se va volviendo un poco necrófilo ya que la delgada línea entre lo real y lo imaginario se vuelve realmente delgadísima. Sobre todo cuando la gente alrededor empieza a morir y no precisamente por causas naturales y todo parece querer incriminar al protagonista, que lógicamente cree que hay algo raro respecto a la muerte de su hermano gemelo, lo que lo obliga a tratar de vencer su fobia y hacer cosas tan horrendas como profanar el sepulcro del difunto.

La verdadera protagonista de "Necrofobia" es la imagen. La película esta muy bien filmada y cuenta a su favor con una excelente fotografía. En cambio, si bien la historia no deja de resultar interesante, el guión no genera auténticos climax de suspenso, más allá de que la cámara se ocupa de filmar todo con el tono debidamente horripilante, especialmente las escenas claramente oníricas.

Un detalle aparte merece la participación del legendario músico de Dario Argento, Claudio Simonetti, que con su banda "Goblins" compuso e interpretó la partitura de clásicos como "Suspiria" y "Rojo Profundo". Aquí aporta un score apoyado básicamente en sus teclados y netamente tétrico.

Igual que todos los detalles de la realización, las actuaciones son muy sólidas, y en el reparto llama la atención el rol de Gerardo Romano como un sacerdote de aire solemne.