Necrofobia

Crítica de Álvaro Fuentes - La cueva de Chauvet

Necrofobia, una invitación al espanto

Lo primero que me vino a la mente cuando vi el trailer de Necrofobia, película argentina de terror en 3D hecha por Daniel de la Vega, fue el Giallo. Un género de películas de miedo nacido en Italia por la década del sesenta, si ponemos a las primeras obras de Mario Bava (su gran maestro) como punto de incio. El Giallo fue el género que inspiró el cine de terror norteamericano de estos tiempos, de muertes sangrientas y asesinos con personalidades enfermizas.

Si bien el terror es considerado un género menor, o incluso burdo, en gran parte por el prejuicio generalizado hacia el cine norteamericano, directores como Mario Bava o Dario Argento (quizás los más importantes representantes del Giallo) demuestran que también puede ser una importante fuente de expresión artística. Es un cine que entretiene a través de historias de miedo y que a su vez posee una mirada estética, que persigue incansablemente el preciosismo de la forma.

La escuela de cineastas alemanes de las primeras décadas del siglo XX (quizás la primera y más notable de todos los tiempos) consideraba al cine como arte esencialmente expresivo. Películas como El gabinete del doctor Caligari, Nosferatu, Fausto y Metrópolis son exponentes clásicos de esa concepción. El cine que retrata la locura y el espanto hereda, en gran parte, el espíritu del arte cinematográfico expresionista.

La película de De la Vega hace honor a este tipo de tradiciones estéticas, como lo demuestra el hecho de que en los agradecimientos finales se mencione a los principales exponentes del Giallo. La elección del 3D no es un mero artilugio para que el film sea más comercial. Por el contrario, profundiza la búsqueda de preciosismo obligando a que cada cuadro de la película sea una meditada composición de elementos, que aproveche al máximo los distintos niveles de la profundidad de campo. Vemos maniquíes, candelabros y lápidas en un primer nivel de la imagen (es decir adelante), y más atrás fondos tales como un cementerio (genial elección de la Recoleta para filmar), un taller abandonado, el interior de una iglesia, etc. Cada cuadro, entonces, es una pensada estrategia para generar el vívido efecto de tridimensionalidad.

Hay teoría del 3D en la película de este prometedor autor, y también amor por el género y por el entretenimiento cinematográfico. Necrofobia invita, a seguidores del terror pero también a público en general, a vivir una experiencia intensa y profunda, anclada en un género cinematográfico poco explotado y, aún peor, muy poco reconocido en nuestro país. Invita a sumergirse en la mente paranoica y atormentada del personaje principal, encarnado por un Luís Machín que está sencillamente descomunal. Quizás se le pueda achacar una trama previsible, a la que le faltan giros. Pero no quita lo verdaderamente esencial de la obra, que es su gran potencia expresiva y la bandera declarativa que levanta de volver a vivir con intensidad un bellísimo género que estaba en desuso.