Nadie vive

Crítica de Jonathan Plaza - Función Agotada

En honor al Slasher

Nadie Vive (No One Lives) marca el regreso de Kitamura al cine después de The Midnight Meat Train, película que no llegó a nuestras salas y que considero una de las mejores adaptaciones sobre relatos de Clive Barker luego de Hellraiser. El director japonés, profundiza en su nueva cinta elementos que viene construyendo desde Versus (2000). El problema radica en que los rasgos que se destacan no sólo son positivos.

Parte de la experiencia del film es saber lo menos posible sobre el mismo por lo que me voy a remitir a decir que Nadie Vive es un slasher clásico que está anclado en la premisa “se metieron con la persona equivocada“. Este motor argumental típico de las denominadas rape and revenge tiene sin embargo, una vuelta de tuerca que la relaciona más con casos como Pick Me Up, capítulo de Masters Of Horror dirigido por Larry Cohen.

Las referencias a las obras icónicas que marcaron la ruptura estilística y conceptual del terror en los años 70´s y 80´s son abundantes, y todas ellas están filtradas por la búsqueda de un preciosismo fotográfico y un tempo que separan al director de la mayoría de sus actuales colegas en el género.

Kitamura es definitivamente un fanático del terror clase B y esa es una de las razones por las cuales pone más peso en la realización visual y la creatividad en las muertes que en realizar un guión cerrado o incluso verosímil.

Los amantes del terror, sobre todo del slasher y el gore, se van a encontrar con un producto que difícilmente los decepcione. Si se ahonda un poco más y se la intenta despegar del género nos encontramos con una propuesta que, si bien hace buen uso de los estereotipos, pierde intensidad dramática en actuaciones pobres (descartando a Luke Evans que hace un muy buen trabajo) y en baches argumentales que despegan al espectador de la obra.

La construcción de las muertes es de las más salvajes que dio el cine en el último tiempo y a pesar de esto, el director evita con maestría la trampa del torture porn. El acecho, punto fundamental para que estas películas funcionen, logra de la mano de un montaje preciso y una claustrofóbica construcción del espacio fílmico que el metraje se haga sumamente llevadero.

El director japonés marca un estilo diferente, basado en un cine de terror casi extinto, si en próximas oportunidades su técnica se une con un buen guión vamos a presenciar sin dudas una obra maestra del género. Por ahora, su último film sólo sirve para divertirse un rato.