Nadando por un sueño

Crítica de Nicolás Quinteros - EscribiendoCine

The Pool Monty

François Truffaut alguna vez sostuvo que británico y cine eran términos contradictorios. Definición polémica y provocadora que hoy en día podría aplicarse a la comedia francesa contemporánea. Nadando por un sueño (Le grand Bain, 2018) que tuvo su presentación en el festival de Cannes del año pasado, fue uno de los grandes éxitos de taquilla del cine francés.

La película cuenta la historia de un grupo de hombres que se encuentra atravesando la crisis de la mediana edad con distintos tipos de problemas – económicos, laborales, familiares, sentimentales -, y forman un grupo de nado sincronizado para competir en el campeonato del mundo que se va a llevar a cabo en Noruega. Al ser un deporte practicado generalmente por mujeres, los protagonistas deberán enfrentar los prejuicios y las burlas de la gente que los rodea. Pero a medida que avanzan los entrenamientos, cada uno de ellos enfrentará sus demonios internos al exponerlos antes sus compañeros. A medida que se consolida la camaradería, irán superando sus dificultades, recobrando la confianza en sí mismos.

Muchos llamaron a Nadando por un sueño, como “la Full Monty francesa”, porque su historia claramente remite a la película dirigida por Peter Cattaneo donde un grupo de hombres de la misma franja etaria deciden dedicarse al strip tease, impulsados por la crisis económica. Pero lo que en la película inglesa era hilarante y original, en esta película todo es tedioso y previsible. El buen casting, encabezado por ese gran actor que es Mathieu Amalric, salvan a la película del hundimiento total.

Delphine, la entrenadora del equipo (interpretada por Virginie Efira) en un momento dice “lo que buscamos es gracia. Es probable que no la encontremos pero busquémosla de todas maneras”. El que sin dudas no la ha encontrado es el director de este film Gilles Lellouche.