Nadando por un sueño

Crítica de Melody San Luis - Fancinema

LOS SUEÑOS SON IMPORTANTES

Los motivos para vivir son para todos muy diversos. Habrá quienes nunca se los planteen y otros que estén en una constante búsqueda para encontrar razones. Nadando por un sueño nos acerca a un grupo de hombres que mantiene un estilo de vida que poco les satisface, pero por suerte esto parece terminar cuando sus cuerpos danzan en el agua. Sin importar ningún tipo de prejuicio estos muchachos encuentran en su equipo de nado sincronizado el refugio ante una sociedad en la que parecen no encajar, por más que se despojen de toda su esencia.

Bentrand es un hombre de unos 50 años. Ya hace dos que vive desempleado con su familia. Aunque económicamente parecen estar bien (es la mujer la que mantiene la casa), el mandato social parece pesar mucho. La familia de ella no deja de criticarlo por ser un “mantenido”. El sufre de depresión y esto no lo ayuda a poder ver qué hacer con su vida. Es así como, tras empezar natación, conoce un equipo de nado sincronizado. Se da casi sin pensarlo, aparece como un murmullo de risas que lo dirige al lugar que estuvo esperando tanto. Y es como diría Julio Cortázar, como “si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.

El equipo, al que pronto se suma Bentrand, representa para ellos una familia, pero también un refugio. Sus integrantes no responden a como la sociedad se los requiere. No encajan. Ellos son muy distintos entre sí, pero tienen en común el fracaso en su vida personal o laboral. El deporte se torna un lugar de satisfacción y una oportunidad para sentirse orgullosos de sí mismos. Su encuentro es también motivo de risa, todas las frustraciones de la semana toman el valor de anécdota cómica cuando están juntos. Las desgracias son tales cuando se viven en solitario, pero en compañía, son el festín de los chistes.

El sueño de competir los lleva a tener un objetivo vital. Los saca de la mediocridad de la rutina. Pero también los lleva a lugares en los que siempre se han sentido incómodos. La presión de la competencia irrumpe como fantasma para aquellos que realizan la actividad desde el placer. Pero resulta una buena excusa para poder insertarse socialmente de nuevo.

Nadando por un sueño realiza un planteo desde un comienzo que consiste en observar cómo todo lo redondo, lo placentero, se ve coartado por lo cuadrado, lo que pone límites. Este juego de figuras geométricas se mantiene toda la película desde los escenarios y los objetos. Es, justamente la viva representación del esfuerzo que tiene que hacer este equipo para poder competir de forma profesional.

Estos muchachos rompen con sus propias limitaciones físicas. Pero también con los condicionamientos sociales. Se animan a realizar el deporte desmarcándose de los estereotipos.