Nada es lo que parece

Crítica de Jonathan Plaza - Función Agotada

El film justifica los medios

"El cine no procede de la pintura, literatura, escultura, teatro, sino de la antigua magia popular. Es la manifestación contemporánea de la historia evolutiva de las sombras, el disfrute de las imágenes que se mueven, la creencia en la magia."
Jim Morrison, The Lords.

El cine de Louis Leterrier tiene pulso. Uno rápido y que siempre parece estar a punto de colapsar. El montaje y la cámara al igual que las coreografías de peleas que componen sus obras parecieran tener el ritmo más rápido que permite la lectura. Esta vez el director de El Transportador y Danny The Dog elige como excusa un argumento que combina dos tradiciones en principio más que atrayentes para el cinéfilo: La Magia y el Cine de Robos.

Las relaciones entre estos dos factores son tan evidentes como lo es su irreconciliable diferencia y es justamente esa uno de los errores que privó a Nada es lo que Parece (Now You See Me) de ser una joya memorable. En el Cine de Robos hay un momento crucial en donde el film expone al público "la revelación", o más precisamente, expone como se llevó adelante el atraco que por definición siempre parece imposible (o perfecto). Este tipo de revelación dentro de la magia es imperdonable. A pesar de este punto y de lo subrayadora que se pone la película en varios momentos Leterrier sigue manteniendo lo que son sus dos virtudes más destacables como realizador. Sabe entretener y elegir elenco. En cuanto a lo primero la cinta dosifica magníficamente los giros que estructuran el género haciendo que estos tres actos marcados por los tres shows de "Los Cuatro Jinetes" no dejen de atraer en ningún momento. En cuanto al segundo apartado el film nos presenta sobre todo dos duplas que en los momentos en que comparten escena derrochan química. Me refiero a un Jesse Eisenberg tan verborrágico que en más de una oportunidad se hizo imposible subtitular literalmente lo que decía y un Woody Harrelson que hace reír sólo con una mueca. Ambos repitiendo la fórmula de Zombieland que aún no pareciera estar agotada. Por otro lado, la gran dupla entre Morgan Freeman y Michael Caine en cuyos diálogos se percibe la maestría actoral que permite que cuando la discusión se caldea en vez de elevar la voz, la bajen cada vez más.

El film de Leterrier nos propone ampliar la barrera del verosímil (algo que si somos sinceros siempre hizo el director) para dejarnos fascinar. Al final, un antiguo carrusel servirá como invitación formal para no olvidar que al igual que el ilusionismo, ir al cine es dejar que nos engañen por algunos minutos para recibir a cambio un entretenimiento. En este sentido Nada es lo que Parece cumple con esta noble premisa.