Nada es lo que parece 2

Crítica de Ayelén Turzi - La cuarta pared

Cuando llegó Now You See Me (Nada es lo que Parece en su versión local) en el 2013, era claro a dónde apuntaba y qué podíamos esperar de ella. El hecho de situarse en el mundo del ilusionismo era en parte una metáfora interna sobre el cine de entretenimiento: espectacularidad y grandilocuencia visual con fines recreativos. En esa oportunidad, de la mano de Louis Leterrier, gran parte de la tensión pasaba por ciertos secretos e intrigas, que fueron oportunamente revelados. La pregunta es, sabiendo las cosas que ahora sabemos, qué mas podría ofrecernos una secuela. Y la respuesta es que no mucho.
Situada un año después de su predecesora, los tres Jinetes varones, Daniel "Danny" Atlas (un Jesse Eisenberg menos canchero y más adulto), Merritt McKinney (Woody Harrelson) y Jack Wilder (Dave Franco), tienen que mantenerse en la clandestinidad porque son buscados por el FBI después de los sucesos que todos conocemos [conste que estamos haciendo malabares para no spoilear la primera parte siendo que los que están en falta son ustedes al no haberla visto; no, de nada]. La cuarta Jinete original, Henley Reeves, no está presente por motivos que son vagamente explicados; la posta es que la actriz Isla Fisher estaba embarazada durante el rodaje y el papel femenino lo tomó Lizzy Caplan, dando vida a una Lula que, si bien es un personaje muy alegre y dinámico, no termina de encajar en el equipo y se siente prescindible todo el tiempo.
Los cuatro son enviados por El Ojo a salir a escena nuevamente, con el objetivo de denunciar una aplicación tecnológica que expone y negocia con la privacidad de los usuarios. Ese regreso triunfal a los escenarios, a hacer lo que mejor saben (justicia a través de un show de ilusionismo), resulta ser una trampa que termina, por un lado, revelando ciertos secretos de los Jinetes, y por el otro, desemboca en una segunda misión que deberán cumplimentar para seguir con vida. Porque Arthur Tressler, el magnate interpretado por el enorme Michael Caine, está buscando venganza, esta vez apoyado por su hijo Walter, un Daniel Radcliffe que se va desinflando conforme avanza la trama. Y completando este bando antagonista, en un recurso de guión quizás forzado que no termina de cerrar (sobre todo porque aparece de la nada y se explica en pocos segundos) pero aún así, y a pesar de sentirse como una imposición, termina siendo una de las mejores cosas de la película: Chase, el gemelo de McKinney, interpretado por el mismo Harrelson con peluquita. Por supuesto que en otro orden de cosas, siguen más o menos con el mismo tire y afloje el agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) y Thaddeus Bradley (Morgan Freeman), una especie de Mago Enmascarado que revela los secretos de la magia; relación entre ambos es completamente funcional a la trama principal, pululando entre ser oponentes o ayudantes de los protagonistas.
Claramente estamos ante una película para dejarse llevar, la cual hay que mirar con los mismos ojos incrédulos con que los niños miran a los magos en los cumpleaños. Si pretendemos atar los cabos por nuestra propia cuenta, más allá de las explicaciones que los personajes van dando en pantalla, vamos a llegar a la conclusión que la trama es una pavada atómica.
Apoyada firmemente en el carisma y en lo asombroso de sus trucos, la secuela no propone nada nuevo. Repite su fórmula de hacer justicia (en este caso el objetivo final es desenmascarar a los Tressler) a través de un espectáculo de magia, un show al aire libre, en este caso en el contexto de una Londres a minutos de recibir un Año Nuevo. Pero hay problemas, claro.
Jon M. Chu (responsable de la infame adaptación de Jem & The Holograms que significó una de las cintas más aberrantes del año pasado) no logra contar la historia. Por momentos sentimos que necesitamos más ritmo u otro tamaño de plano. Por ejemplo, hay una secuencia en la cual, mediante trucos por supuesto, los jinetes deben robar un chip: se nota que se empezó a generar un clima y una complicidad en los actores, pero está completamente arruinada desde la dirección. No se genera tensión, no se explota el carisma, nada; se limita casi a contar de manera obvia y desganada cómo tratan de esconder el elemento mientras unos insistentes guardias los palpan y revisan.
Harrelson con su doble papel es, por lejos, lo mejor de la película. El hermano no tiene mucho sentido, pero el protagonista de True Detective nos brinda una interpretación tan maravillosa que perdonamos, incluso, que la composición digital en los planos conjunto sea de dudosa calidad.
A pesar de las falencias de forma, el contenido sigue manteniendo un perfil de crítica tanto a las grandes corporaciones económicas como a las paranoias que suele atravesar la población con respecto al manejo de sus datos privados. El tema es que uno pierde un poco el foco y se distrae haciendo hipótesis sobre el funcionamiento de los trucos o intentando seguir las múltiples tramas secundarias, que son un poco esquizofrénicas y nunca van en una misma dirección. Pero la intención es noble: ¡una vez que tratan de hacer una película de entretenimiento que no es una pavada hueca, no vamos a quejarnos justamente de ello!

VEREDICTO: 7.0 - ESPERANDO EL TERCER ACTO

Con mucho potencial desperdiciado por una dirección amarreta y desganada, Nada Es Lo Que Parece 2 no está a la altura de su predecesora pero logra momentos muy buenos tanto visuales como en sus toques de comedia. Esperemos que para la tercera parte ya anunciada regresen Leterrier y Fisher.