Música, amigos y fiesta

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

Mirar Música, amigos y fiesta es como someterse a un tratamiento de conducto sin anestesia o escuchar un disco completo de David Guetta, que para el caso es lo mismo.
Una historia trillada dentro del subgénero Coming of age (también conocido como Lértora Movie) que se centra en un grupo de idiotas de veinte y pico que no saben que hacer con sus vidas, hasta que uno de ellos descubre que tiene talento para ser un gran DJ.
Una película que tenía el potencial de brindar una propuesta interesante si el director Max Joseph hubiera tenido claro cuál era la historia que quería narrar en esta producción.
Los elementos más atractivos de este relato pasan por el retrato que se hace del mundo de los DJ´s y la relación que se gesta entre el personaje de Zack Efron y Wes Bentley, quien interpreta a un artista alcohólico que se convierte en el mentor del protagonista.
El vínculo entre estos dos personajes representa lo más atractivo de este film. Todo el detrás de escena del trabajo del DJ y la manera en que debe conectarse con la energía del público para brindar un buen espectáculo es muy interesante.
Lamentablemente el film de Joseph nunca explora estos temas ni la cultura de la música electrónica y se limita a ofrecer un trillado relato sobre jóvenes que enfrentan la etapa de la adultez. Una historia que no va a ninguna parte y cuenta con un exceso de personajes despreciables.
La numerosas subtramas que involucran a los irritantes amigos del protagonista, empresarios inescrupulosos de la industria de la música y un denso conflicto romántico terminaron por aniquilar algunos elementos atractivos del argumento que podían haber sido más desarrollados.
Desde los aspectos visuales hay algunos momentos decentes en film cuando se retrata las fiestas rave, pero la película es tan aburrida que los méritos técnicos enseguida quedan en el olvido, al igual que la historia.
Música, amigos y fiesta dura 96 minutos pero parece una película de dos hora y media debido a la soporífera narración del director.
Un bodrio que se desvanece enseguida de la mente a la salida del cine y se puede dejar pasar.