Música, amigos y fiesta

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Lo del título, pero sin alegría

 Hay música, amigos y fiesta en Música, amigos y fiesta. Y, por lo tanto, también alcohol, chicas voluptuosas, autazos, drogas naturales y de diseño y lujo, mucho lujo. Lo que no hay son chistes, alegría, pulsión no culposa por disfrutar el puro presente. Porque la ópera prima de Max Joseph no es la comedia zarpada que el trailer y el título local invitaban a preludiar. Por el contrario, la aproximación a esa bisagra muchas veces inaprensible que separa la adolescencia de la adultez está teñida por un desencanto y una amargura casi metafísica, generada por la certeza de que la felicidad es una entelequia. Claro que el protagonista central es el carilindo Zac Efron y difícilmente alguien lo contrate para un dramón. Así que todo ese pesimismo está diluido en un film que es –y no termina de ser– un coming of age, una romántica para adolescentes y una historia de superación.El ex High School Musical encarna aquí a Cole, un joven cuya rutina consiste en reclutar jóvenes para la fiesta semanal de un club nocturno. Eso y también pinchar discos, ya que su sueño es ser DJ. No la tiene del todo fácil en medio de un entorno compuesto por tres amigos a los que no les importa demasiado ir más allá, hasta que conoce a un DJ algo venido a menos (Wes Bentley) pero dispuesto a cobijarlo bajo su ala creativa. También conoce a su pareja/asistente muy bonita (Emily Ratajkowski, vista en la reciente Entourage, una película con varios puntos de contacto con ésta) con la que rápidamente empezará a haber algo de onda. Mientras tanto, la idea del retrato de una maduración se remarca con un trabajo como vendedor de asesoramiento de bienes raíces, fachada de un empresario buitre para comprar casas al borde del remate a precios usureros.El relato irá campeando entre el vínculo de Cole con sus amigos, el flirteo con la chica y sus avances como DJ y vendedor de bienes raíces. Pero nunca llegará a amalgamarse en un todo homogéneo sobre todo porque, atravesado el Ecuador del metraje, Joseph parece recordar que está en una película made in Hollywood y, por lo tanto, es indispensable que su protagonista aprenda una lección a como dé lugar. La muerte –¿el sacrificio?– de uno de sus amigos, el único al que Joseph le había dado carácter autonómico más allá de su funcionalidad narrativa de apuntalar a Cole, no sólo es un golpe bajo, sino también la muestra que en Música, amigos y fiesta importa mucho más qué decir que el cómo hacerlo.