Mujeres de la mina

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Todas las personas que viven y trabajan en el campo, la montaña, el mar, con climas duros, tanto con frío extremo como con calor agobiante, donde las condiciones sanitarias y de confort hogareñas no son las óptimas como en las grandes ciudades, surgen habitantes acostumbrados al dolor, al sufrimiento, que se adaptan, se curten y mimetizan con los pro y los contra que tienen esos lugares hostiles. Esto es lo que revela éste documental de Malena Bystrowicz y Loreley Unamuno, focalizado en la vida de Francisca Gonzáles Santos y de otras mujeres que trabajan en una mina de extracción de minerales en Potosí, Bolivia, reflejando la tarea cotidiana en su muy humilde casita junto a sus hijos, y luego como trabaja en la mina extrayendo minerales a cielo abierto, rompiendo las piedras a mazazos.
La precariedad de las viviendas, que no tienen electricidad ni agua de red, sumado a las malas condiciones laborales, hace que la gente viva y envejezca demasiado rápido.
Los hombres mueren jóvenes por arruinárseles los pulmones aspirando el polvo de sílice, por lo que hay en ese pueblo demasiadas viudas que son las que tienen que suplirlos para continuar con el trabajo y poder mantener a sus hijos. Ellas tomaron la batuta de sus vidas y se sindicalizaron. Lograron con sus protestas derrocar al dictador Gral. Banzer.
El relato de ésta película es cansino, adecuado al modo de vida que se lleva en el lugar, con una música incidental que marca el ritmo. Las directoras intercalan fotos antiguas en blanco y negro, con planos generales que revelan el paisaje, informándonos de la forma más completa la historia que están revelando.
En definitiva, es un alegato de cómo estas mujeres bolivianas, pese a las condiciones adversas en las que viven, de generación en generación, no se dan por vencidas y siguen adelante pese a todo.