Mujeres al ataque

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Mujeres al borde de un ataque de nervios

Algo de lo ya visto y que intenta ponerse al día con algunas de las más probadas fórmulas de la nueva comedia americana, es lo que intentó hacer Nick Cassavetes en ¡Mujeres al ataque! (The Other Woman, 2014), que por momentos funciona y por momentos no.

El problema principal del film radica en partir de una premisa misógina para terminar construyendo una película machista y con un mensaje retrógrado: apliquemos la ley del talión. La idea de tres mujeres engañadas por un mismo hombre (Nikolaj Coster-Waldau) que terminan conociéndose entre sí, que se aceptan y luego arman un plan de venganza contra éste, es no sólo cavernícola sino que contradice el feminismo y desprejuicio con el que se intenta venderla.

Todo comienza cuando Carly (Cameron Diaz) comienza a sospechar sobre su novio Mark (Nikolaj Coster-Waldau). Hay algo que le huele mal en cada una de las excusas que le pone para no verla, y esto a pesar que su secretaria (Nicki Minaj) y su padre (Don Johnson) la persuaden a que no haga nada y que deje de pensar en boicotear la relación.

Sin escuchar a nadie, un día se presenta en el domicilio de Mark y descubre que está casado con Kate (Leslie Mann) hace muchos años y si bien le pone alguna excusa, intentando regresar a su vida normal, con su ego bien por el piso, y tratando de olvidarse de aquel hombre por el que estaba apostando en una relación más que avanzada, le será imposible porque Kate (Mann) intentará a toda costa entablar una relación de amistad con ella, más allá del odio en primera instancia.

Hasta ese momento asistiremos a algunos gags dignos de la mejor comedia física (Kate resistiéndose a ingresar al automóvil es desopilante), con una impecable actuación de Mann, que le roba a Díaz el protagonismo, y una dirección simple que esboza la diferencia de mundos escogidos por Mark en el caso de las mujeres.

Por un lado Kate será la personificación de la sumisa ama de casa, que dice que sí a todo y que encuentra en el comprar alimentos su objetivo de vida. Por el otro lado estará la ambiciosa abogada Carly, capaz de competir directamente con Mark en cuestiones de dinero y de llevarse el mundo por delante con el eslogan “las personas egoístas viven más” como caballito de batalla.

Pero Cassavetes fue más allá, y en vez de enfocarse en la interacción de opuestos (entre Carly y Kate), que hasta el momento funcionaba -una suerte de El insoportable (The Cable Guy, 1996) de hace algunos años- redobló la apuesta con la incorporación de Amber (Kate Upton), una voluptuosa joven a la que sólo le interesa el sol y el alcohol y con quien Mark engaña a Carly y Kate.

Allí comienza otra película, una centrada en una venganza tan ridícula que desembocará en el descubrimiento de ciertos desfalcos económicos que Mark viene haciendo en nombre de Kate en las empresas fantasmas puntocom que maneja. La exposición de las mentiras de Mark a quien haga falta y un plan que incluye laxantes y cepillos de dientes babeados por un perro para ridiculizarlo hacen que un arranque prometedor termine en tedio.

Es que estas mujeres al borde de un ataque de nervios engañadas, con una apertura mental que permite que se acepten entre sí cambian el registro de una comedia que podría haber sido más que “El club de las engañadas” para protagonizar una comedia sobre la amistad de tres seres completamente diferentes que sólo buscaban un poco de amor y el adúltero nunca se los había dado.