Mujer lobo

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Cine en estado de mutación

Mujer lobo muta; el cine de Tamae Garateguy, también, porque sigue su camino de búsqueda ya despuntado en la interesante Pompeya, que roza sin casarse el policial con agregados propios y hasta a veces contrapuestos a los convencionalismos o códigos genéricos. En esta ocasión, la directora se anima a construir una película que explora el erotismo como pocas veces se ha atrevido el cine argentino, pero sin caer en la exposición gratuita o publicitaria y en plena confianza con un reparto muy convencido de los fines narrativos y estéticos de la propuesta.

Mujer lobo avanza un paso más allá al tomar como eje una trama policial sencilla: en el Buenos Aires más urbano posible anda suelta una asesina serial, personaje interpretado por tres actrices de la talla de Mónica Lairana, Guadalupe Docampo y Luján Ariza. Busca en los subtes o en las calles a su presa masculina, la seduce y aniquila luego del acto sexual, a veces bestial y otras, envuelto en sábanas de sensualidad. Perseguida por un desagradable policía (Edgardo Castro) de insipiente misoginia –¿acaso el género policial no tiene algo de misoginia?-, que junta cadáveres en los recovecos de la ciudad, algunos envenenados y otros envueltos en charcos de sangre.

A ese relato, filmado en un rabioso blanco y negro, se le suma un fuerte contenido erótico en coqueteo permanente con el soft porno, que impregna la película de una visceralidad más que interesante, donde son los cuerpos los que sufren, gozan y ocupan el centro de atención. Por otro lado, la idea estética del blanco y negro, integrado también a un concepto que otorga a la misma protagonista tres personalidades o rostros distintos –similar recurso al empleado por Adrián Caetano en Mala y también por Todd Solondz en Palíndromos- multiplica los sentidos de las lecturas que puedan realizarse, confirma que detrás de la joven realizadora se respira un aire de renovación que el cine argentino siempre necesita y mucho más cuando se trata de explorar géneros sin perder creatividad.

La atmósfera de peligro latente que atraviesa el relato se vincula con la esfera psicológica de una mujer lobo torturada pero instintiva, capaz de desgarrar los cánones básicos narrativos con sus audaces uñas y dejar las marcas de un cine desafiante, que provoca al espectador y lo saca de la complacencia pasiva a la que está habituado. Rasgos de una mirada en permanente estado de mutación.