Mujer conejo

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Ya están aquí

Conejos carnívoros o mejor dicho conejos que comen conejos y mutan en otra cosa, la idea funciona más como una interesante alegoría que desde el punto de vista literal en su aspecto de elemento fantástico dentro de una trama que por momentos coquetea con el policial o con un cine de género más explícito y que forma parte de la superficie del cuarto opus de la realizadora Verónica Chen, Mujer conejo, recientemente presentada en la Competencia Argentina en el Festival de Mar del Plata y que ahora tiene su estreno comercial.

Los rasgos estilísticos de la directora de Agua quedan plasmados en una utilización autoconsciente de los recursos cinematográficos para dotar a su narrativa sencilla de cierta complejidad, que en este caso particular juega a favor porque aporta a la trama lineal, que tiene por objeto el acoso de la mafia china a una inspectora de habilitaciones del gobierno de la ciudad que no acepta la idiosincrasia de sus superiores y defiende su ética ante la corrupción enquistada en sus narices, una serie de apuntes y subtextos por demás interesantes.

Desde lo formal por ejemplo la introducción del animé yuxtapuesto a la historia para avanzar cuando el relato da espacio a lo más violento o extraño suma en vez de restar; clarifica ese costado metafórico latente en lugar de estropear el relato porque queda más que claro que los conejos aquí son un pretexto mientras que las consecuencias de sus actos depredadores forman parte del núcleo y del conflicto implícito donde no puede dejar de introducirse una crisis de identidad en Ana (Haien Qiu), la protagonista de rasgos orientales que no habla chino y es mal vista por sus pares de la misma raza.

¿Conejos que se multiplican y expanden adaptándose al espacio que invaden? Cuánto de ello se relaciona con la expansión de la mafia china en el seno de la ciudad; en esos barrios multiculturales que han perdido la identidad para mutar en otra cosa. Son preguntas que quedan libradas a la percepción del espectador pero no puede dejar de pensarse que el hecho de no traducir los parlamentos de los personajes chinos más allá de un indicio de incomunicación obedece en lo más profundo a que pese a todo la cultura conserva su cuerpo y alma sin importar el ropaje extranjero que la vista o la contenga. Asimismo, la corrupción es corrupción a pesar de la justificación ética o moral que la disfrace de otra cosa.

Con un reparto de actores argentinos en roles secundarios que se acomodan perfecto al tono buscado por Verónica Chen se debe destacar la naturalidad de Haien Qiu, artífice de una sutil pero intensa transformación no sólo en el carácter sino desde la conducta.

La Mujer conejo de Verónica Chen no es una heroína de película clase B como sugiere tal vez uno de los afiches de promoción, no es el estereotipado personaje femenino con rasgos masculinos tan explotado por el cine de género sino que su aspecto inclasificable y mutante la hacen misteriosa y atractiva a la vez como este film alegórico y de género en simultáneo.