Muerte en el Nilo

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Una vez más objeto de transposición a la gran pantalla, el genio británico de la palabra escrita pervive en la lenta de Kenneth Branagh. El actor y realizador británico, recientemente premiado por su brillante “Belfast” continúa explorando, delante y detrás de cámaras, aquellos mundos de ficción por los que ya se interesara en su previa adaptación sobre Agatha Christie, “Asesinato en el Orient Express” (2017). Branagh vuelve a calzarse las ropas del emblemático detective Poirot, emérita creación literaria de Christie, especializada en el género policial, autora de sesenta y seis novelas policiales y catorce historias cortas. Nacida en una familia de clase media alta, trabajó como enfermera durante la Primera Guerra Mundial; creadora de argumentos como auténticos rompecabezas, su nombre comenzó a ser reconocido en los círculos literarios cuando fuera contratada por la imprenta Collins Crime Club. Dueña de una personalidad tan enigmática como fascinante, en múltiples ocasiones, su obra ha sido llevada a la gran pantalla y a la TV.

Editada en cien países, Christie publicó un libro al año desde 1920 hasta su muerte, en 1976. Con absoluto dominio de la técnica, la precursora del subgénero ‘whodunit’ -variedad de trama criminal compleja en donde la principal característica de interés es el enigma a resolver- emparenta su obra a la de su coterráneo Arthur Conan Doyle. Su proliferación en el séptimo arte nos lleva a rastrear una obra primigenia como “Mortal Sugestión” (Rowland V. Lee, 1937). La lograda “Diez Negritos” (René Clair, 1945) seguiría la huella de un furor que se desataría, merced a una tríada de títulos, entrados los años ’70: “Asesinato en el Orient Express” (Sidney Lumet, 1974), “Muerte en el Nilo” (John Guillermin, 1978) y “Muerte Bajo el Sol” (Guy Hamilton, 1982). La perenne obra de Christie bebía de los frutos de su éxito cinematográfico, sin embargo, incurriría en un hiato de décadas hasta el creciente atractivo explorado por el artista irlandés.

Un lustro después, regresa Branagh a indagar los recovecos de la novela policial británica. La ambientación de época nos convida de una atmósfera que no tarda en envolvernos. No obstante la inclusión de ciertos anacronismos musicales y un número de pista de baile que deja bastante que desear, la mesa está servida para consumar el crimen perfecto. ¿O no? Los asesinatos no tardan en acumularse. Hay pistas certeras, humeantes elementos del crimen, fina joyería y sospechosos con más de una motivación para consumar el crimen pasional que replica la inagotable fórmula cinematográfica del misterio del cuarto cerrado. Despecho, celos y envidias aportan condimentos nada despreciables. Más allá de la duda razonable acerca del sentimiento posesivo que incrimina al círculo de tripulantes, la resolución acecha la conciencia del atribulado hombre de ley, sopesando los efectos de una pérdida amorosa irreparable. Un laberinto de pasiones en rojo sangre alumbra indicios del perspicaz y metódico Poirot.

Branagh emula a los inolvidables Peter Ustinov y David Suchet, en la piel de uno de los personajes más excéntricos y reconocidos de la literatura policial. Allí está su capacidad de análisis cerebral para resolver los más intrincados enigmas criminales. Cumpliendo la siempre difícil tarea de dirigirse a sí mismo, el reconocido intérprete de vertiente shakesperiana acomete su labor con solidez, para los estandartes que suele ofrecernos el género en la actualidad. Inclusive cuando el verosímil narrativo pueda resentirse en determinados tramos -el suspenso literario no siempre se traduce en iguales términos de efectividad al cine-, Branagh dirige con estilo visual y buen gusto estético. Una exquisita fotografía captura bellos parajes a la vera del Nilo. Su cámara no se conforma con el exotismo de las imágenes, persiguiendo cierto simbolismo en la vida salvaje que habita las profundidades del río. Se trata de presas y cazadores, víctimas y victimarios. La sospecha pulula por doquier.

Indaga la película en los traumas psicológicos sufridos por este en pleno conflicto bélico, tanto como en los oscuros intereses del grupo humano a bordo del lujoso barco, a quienes dan vida un variopinto elenco en donde destacan nombres como Gal Gadot, Annette Benning, Sophie Okonedo y Armie Hammer. Ensaya Branagh la enésima inspiración literaria sobre la obra de Christie, en la búsqueda de una reflexión acerca del amor, aún desde un costado en absoluto luminoso, acaso en la más imperfecta y pérfida de sus formulaciones. Hasta que la muerte los separe y las evidencias delaten a los culpables. Sigue su corazonada, inmortal Hércules…