Muerte en el Nilo

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad.

Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. 

Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones.

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Alta Peli

CRÍTICASMuerte en el Nilo (REVIEW)

Un nuevo caso lleva a Hércules Poirot a Egipto.

por

Matías Seoane

publicada el 13/02/2022

Muerte en el Nilo, remake y secuela de un clásico de Agatha Christie que se toma algunas libertades. Crítica, a Continuación.

El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad.

Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. 

Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones.

Muerte en el Nilo. O en el tren. O la cena.

El género del Whodunit tuvo su apogeo hace un siglo y también su rápido agotamiento después de unos pocos años en los que autores como Agatha Christie o Chesterton lo exprimieron a más no poder, dejando una huella tan profunda que pocos autores contemporáneos se atreven a innovar y prefieren volver a contar variantes de las mismas historias. Es lo que hizo Kenneth Branagh con la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente y ahora con Muerte en el Nilo, dos películas con las que vuelve a traer a la pantalla para el gran público al mítico Hércules Poirot, sosteniendo el espíritu general pero con algunos ajustes que lo alejan de ser una adaptación literal. 

Se supone que una de las características de todas las novelas de detectives es que quien lee la historia pueda ir descubriendo las pistas que finalmente resolverán el misterio; pero también es cierto que más de una vez, para sostener la alardeada excepcionalidad del protagonista, esas pistas están tan enterradas que prácticamente solo existen en la mente del detective que las revela al momento de ponerle los grilletes al asesino. Muerte en el Nilo no se salva de esa acusación, pero no es algo demasiado relevante porque después de todo la resolución del misterio es conocida hace tanto tiempo que no puede ser el centro de la narración. 

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CRÍTICASMuerte en el Nilo (REVIEW)

Un nuevo caso lleva a Hércules Poirot a Egipto.

por

Matías Seoane

publicada el 13/02/2022

Muerte en el Nilo, remake y secuela de un clásico de Agatha Christie que se toma algunas libertades. Crítica, a Continuación.

El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad.

Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. 

Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones.

Muerte en el Nilo. O en el tren. O la cena.

El género del Whodunit tuvo su apogeo hace un siglo y también su rápido agotamiento después de unos pocos años en los que autores como Agatha Christie o Chesterton lo exprimieron a más no poder, dejando una huella tan profunda que pocos autores contemporáneos se atreven a innovar y prefieren volver a contar variantes de las mismas historias. Es lo que hizo Kenneth Branagh con la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente y ahora con Muerte en el Nilo, dos películas con las que vuelve a traer a la pantalla para el gran público al mítico Hércules Poirot, sosteniendo el espíritu general pero con algunos ajustes que lo alejan de ser una adaptación literal. 

Se supone que una de las características de todas las novelas de detectives es que quien lee la historia pueda ir descubriendo las pistas que finalmente resolverán el misterio; pero también es cierto que más de una vez, para sostener la alardeada excepcionalidad del protagonista, esas pistas están tan enterradas que prácticamente solo existen en la mente del detective que las revela al momento de ponerle los grilletes al asesino. Muerte en el Nilo no se salva de esa acusación, pero no es algo demasiado relevante porque después de todo la resolución del misterio es conocida hace tanto tiempo que no puede ser el centro de la narración. 

Aunque hay excepciones que oscilan entre la chatura y un verosímil débil, en Muerte en el Nilo los personajes son mucho más interesantes y están mejor trabajados que en la película anterior; tanto la víctima como la mayoría de los sospechosos tienen facetas y se mueven en zonas grises. Incluso la sospechosa preferida recibe algo de empatía y es retratada como algo más que una villana desalmada que solo quiere ver sufrir a los recién casados, si hasta parece estar torturándose a sí misma al perseguirlos en su luna de miel.

Esto resulta en que ir reconstruyendo sus historias y sus vínculos -todos conectados con la víctima y los motivos que podrían haber tenido para cometer el crimen- resulta más atractivo que saber realmente quién lo hizo en última instancia. Y en el contexto de Muerte en el Nilo parece un acierto más que un error.

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CRÍTICASMuerte en el Nilo (REVIEW)

Un nuevo caso lleva a Hércules Poirot a Egipto.

por

Matías Seoane

publicada el 13/02/2022

Muerte en el Nilo, remake y secuela de un clásico de Agatha Christie que se toma algunas libertades. Crítica, a Continuación.

El legendario inspector Hércules Poirot (Kenneth Branagh) decide tomarse un descanso en soledad frente a la legendaria pirámide de Giza, pero un fortuito encuentro con su amigo Bouc (Tom Bateman) acaba con sus planes de soledad.

Presionado por Bouc, Poirot asiste a la boda de la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), un festejo que es interrumpido por la presencia de la ex-prometida de Simon y amiga de Linnet, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). Aún amargada por la doble traición recibida, Jacqueline lleva varios meses siguiéndolos y dejándose ver para recordarles el daño que le han hecho. Aunque aún no ha tomado ninguna acción directa, el matrimonio teme que la situación se agrave en cualquier momento. 

Para escapar de su presencia, contratan un crucero por el Nilo para llevar a un puñado de invitados selectos y completar los festejos de la boda, sumando a Poirot para mayor tranquilidad. Pero como cada vez que el famoso detective belga queda confinado en un lugar con un grupo reducido de personas, ocurre un asesinato donde casi todo el mundo parece tener motivaciones.

Muerte en el Nilo. O en el tren. O la cena.

El género del Whodunit tuvo su apogeo hace un siglo y también su rápido agotamiento después de unos pocos años en los que autores como Agatha Christie o Chesterton lo exprimieron a más no poder, dejando una huella tan profunda que pocos autores contemporáneos se atreven a innovar y prefieren volver a contar variantes de las mismas historias. Es lo que hizo Kenneth Branagh con la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente y ahora con Muerte en el Nilo, dos películas con las que vuelve a traer a la pantalla para el gran público al mítico Hércules Poirot, sosteniendo el espíritu general pero con algunos ajustes que lo alejan de ser una adaptación literal. 

Se supone que una de las características de todas las novelas de detectives es que quien lee la historia pueda ir descubriendo las pistas que finalmente resolverán el misterio; pero también es cierto que más de una vez, para sostener la alardeada excepcionalidad del protagonista, esas pistas están tan enterradas que prácticamente solo existen en la mente del detective que las revela al momento de ponerle los grilletes al asesino. Muerte en el Nilo no se salva de esa acusación, pero no es algo demasiado relevante porque después de todo la resolución del misterio es conocida hace tanto tiempo que no puede ser el centro de la narración. 

Aunque hay excepciones que oscilan entre la chatura y un verosímil débil, en Muerte en el Nilo los personajes son mucho más interesantes y están mejor trabajados que en la película anterior; tanto la víctima como la mayoría de los sospechosos tienen facetas y se mueven en zonas grises. Incluso la sospechosa preferida recibe algo de empatía y es retratada como algo más que una villana desalmada que solo quiere ver sufrir a los recién casados, si hasta parece estar torturándose a sí misma al perseguirlos en su luna de miel.

Esto resulta en que ir reconstruyendo sus historias y sus vínculos -todos conectados con la víctima y los motivos que podrían haber tenido para cometer el crimen- resulta más atractivo que saber realmente quién lo hizo en última instancia. Y en el contexto de Muerte en el Nilo parece un acierto más que un error.

Tal como sucedía en la entrega anterior, es en la propuesta visual donde Muerte en el Nilo deja lugar a mayor crítica al proponer un estilo que corre en un borde difuso entre el realismo y una versión cercana a la ilustración, algo que no siempre resulta efectivo, especialmente en exteriores. Es evidente que la reconstrucción de época no pretende ser exacta, sino una versión estilizada que se toma todas las libertades que quiere para acompañar ese aire de irrealidad fundamental de este universo, donde parece que solo habita la alta sociedad y el resto de la humanidad es apenas parte del decorado de fondo.

Para el ojo de la cámara, todo es tan pulcro, brillante y refinado como la mirada de sus protagonistas lo indica, lo que sería una decisión artística aceptable. El problema es cuando queda la sensación de que algo se ve de determinada manera por falencias de la realización antes que por intencionalidad real, lo cual sucede más de una vez en Muerte en el Nilo. Ello, junto a algunas actuaciones acartonadas, son los puntos más flojos de la película como conjunto.