Muerte en Buenos Aires

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Afectada de falta de humor y de experiencia

Bien actuada por Chino Darín, Damián Bichir y con un buen elenco desaprovechado, los descuidos argumentales de “Muerte en Buenos Aires” hacen perder respeto e interés por una trama de larvada malicia, que en principio resultaba entretenida.
"Muerte en Buenos Aires" (Argentina, 2014). Dir.: N. Meta. Guión: N. Meta, L. Farhi, L.O. Brennan. Int.: D. Bichir, C. Darin, C. Casella, E. Disi, H. Arana, J. Aruzzi, L. Kuliok.

Tras hacer de inocente futbolista en la comedia hispano-argentina "Fuera de juego", Chino Darin compone ahora un policía inocente, sospechoso y perverso, todo a la vez, para perplejidad del inspector que lo tiene a cargo en un molesto caso de asesinato. Damián Bichir compone al mencionado inspector, hablando un porteño tieso al que sólo en una brevísima ocasión se le escapa el acento mexicano. Buenos actores ambos, y buen elenco de apoyo, donde se luce particularmente Carlos Casella, en tanto Jorgelina Aruzzi y Luisa Kuliok parecen algo desaprovechadas.

El asunto resulta entretenido, con diálogos iniciales de gracia solapada, un juez bien caricaturizado, cierta sintonía con aquel Jean-Francois Casanovas del policial de Emilio Vieyra "Todo o nada", referencias indirectas a la historia nacional (en la reproducción de un cuadro de Angel Della Valle y el doble apellido del primer occiso, Copito para los íntimos, etc.), y, sobre todo, una larvada malicia en la trama que a varios interesa: ¿el joven policía seducirá a su superior? ¿aflojará éste con el susto que tiene? Hay algo de Almodóvar en este asunto.

Cabezas de arte, fotografía, vestuario, maquillaje y peinado, música, se lucen a pleno ambientando la historia a fines de los 80, y el trabajo de producción es realmente elogiable, destacando una escena antológica con una estampida de caballos de raza en plena Diagonal Sur, después de lo cual puede venir cualquier cosa. Lamentablemente, el problema es que viene cualquier cosa. Varios descuidos argumentales hacen perder respeto y/o interés por la trama, que ya venía coleando. Quizás eso se hubiera evitado aplicando más humorismo, mayor dinámica, o más descaro. Y teniendo más experiencia. Esta es la primera película de Natalia Meta.

Para atender, en los créditos finales, unos cuantos fragmentos de descarte, una toma de filmación donde compañeros y extras aplauden a Hugo Arana, que hace de comisario viejo, y otra donde el inspector y su esposa leen una revista "Gente" de enero de 1989 que anuncia el nacimiento... del hijo de Darin.