Muerte en Buenos Aires

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La clave para entender cuál es la mística alrededor de "Muerte en Buenos Aires" la encontramos segundos iniciada la proyección, aún antes de la primer escena; en los créditos iniciales que anuncian la co-producción en la que intervino RGB Entertainment. La empresa de Yankelevich/Gonzáles es la encargada de productos televisivos de moda y estilo pop; ficciones destinadas al público juvenil, programas de entretenimiento que mezclan el clasisismo con cierto modernismo, y reality shows vertiginosos; todo tiene una impronta similar, impronta que saben trasladarla acertadamente al lenguaje cinematográfico en esta, la opera prima de Natalia Meta, y el producto más serio y arriesgado de la productora.
A todo ritmo nos introducimos en una escena del crimen, Jaime Figueroa Alcorta (Martín Wullich) aparece muerto en una cama, los indicios son varios y hay que seguirlos.
El primero en llegar a la escena es el Agente Gómez (o El Ganso según su apodo), un joven policía que casi de casualidad irrumpe en el lugar. Al llegar quienes deben hacerse cargo del caso, el Inspector Chavez y la Agente Dolores Petric se encuentran con Gómez deseoso de colaborar. Hay un dato fundamental, Jaime, como se adivina en su apellido, pertenece a la alta sociedad, y como lo adelanta su sobrenombre Copito, tenía gustos no muy aceptados en esas esferas… sobre todo en los años en que se ubica la acción, década del ’80.
Estamos frente a un policial, por lo tanto adelantar más de lo debido es un crimen que no cometeremos.
Sabiamente el argumento, también a cargo de Meta, desarrolla un abanico de posibilidades, y juego con el espectador; tal cual se adelanta en la ganchera promoción, como si estuviésemos frente a una partida del popular Clue (que casualmente tuvo una adaptación cinematográfica en los ’80). Se presentan una serie de personajes, todos, pero todos, son sospechosos, y hay dilucidar a lo largo de casi dos horas quién es el culpable.
Hablamos de la estética pop, ese es sin dudas el punto más logrado y diferenciable de esta producción de alto impacto. Colores fluo, neón, peinados batidos, maquillajes recargados, cupés Fuego y Taunus, datos precisos de la época que hasta pueden hacer referencia al pasado de alguno de los actores (atención a los guiños) y el ambiente noïr oculto de la noche particular en que se mueven los sospechosos y el film en sí. Hay personajes claves en este sentido, como el principal sospechoso Kevin (o Carlos) Gonzáles a cargo del hallazgo de la película Carlos Casella quién no solo hace una lograda interpretación, sino que interpreta la pegadiza banda sonora (otro de los puntos más altos con un cover de Splendido Splendente de Donatella Retteli a la cabeza); y Calígula Moyano (un Humberto Tortonese enigmático y divertido).
El manejo de cámara y fotografía también es soberbio con planos realmente logrados y escenas para el deslumbre (atención a las dos tomas con caballos y la toma del paraguas). La edición es ligera y colabora con el vertiginoso ritmo de la acción.
Directo desde México, Demian Bichir compone a un Chavez con los problemas idiomáticos típicos (y por suerte no innecesariamente explicados) pero por el que pasan todas las emociones que logra transmitírselas al espectador; es el inspector infalible frente a un caso que lo puede dejar, por varias circunstancias, falible. También interesante es el aporte del “Chino” Darín como Ganso, un joven que tiene más para decir y hacer de lo que parecía, una interpretación ambivalente, carismática y muy lograda. El trío lo completa Mónica Antonópulos como Dolores, en un papel de menor importancia que los otros dos, pero al que la actriz sabe imponerle buen registro.
Los secundarios de Emilio Disi y Hugo Arana (los comic relief) y Fabián Arenillas también lucen más que correctos.
Si la ecuación no llega a ser lo perfecta que pudo ser tal vez sea por una trama policial de resolución algo fácil, como si se estuviese jugando en un nivel inicial del juego. Aun con esta salvedad, "Muerte en Buenos Aires" demuestra tener los suficientes elementos para destacarse dentro de la creciente actividad de películas de género en el país. Verla es entretenimiento puro.