Muerte en Buenos Aires

Crítica de Alberto Harari - MI CINE - por halbert

"ATRACTIVO POLICIAL CON DOS IMPONENTES PROTAGONISTAS" (por halbert)

Se pueden decir muchas cosas de este nuevo filme argentino: que se pasó “de rosca” con la publicidad gráfica y audiovisual, que un actor mexicano haciendo de argentino no es creíble, que el hijo de Darín es protagonista por portación de apellido, que la película es buena por su estética ochentosa pero no tanto por su guión, etc., etc.… Sabemos que lo primordial de ir al cine es poder pasar un momento de entretenimiento, y eso, este filme, lo consigue con creces, al margen de los cuestionamientos previos.

La secuencia inicial que se nos presenta es la de la escena de un crimen que ocurre a fines de los años 80s: el muerto en su cama y alguien que custodia el cadáver; él es Gómez, un agente policial novato (Chino Darín) que, irresponsablemente, no deja de tocar los elementos del lugar, dejando huellas por doquier. Al rato, el primer encuentro con el arribo de Chávez, el policía a cargo de la investigación (el mexicano Demián Bichir), marcará la relación entre ambos, llevándolos a cruzar límites bastante insospechados (o, tal vez, no tanto…).
Por suerte, la trama policial se despliega inmediatamente, al mismo tiempo que hurga en las personalidades de sus protagonistas, más especialmente en la del veterano detective, que esconde (no muy en el fondo) una naturaleza inusitada y secreta para su familia y sus compañeros (y también sorprendente para el espectador desprevenido).

Dado que el asesinado era un hombre homosexual de la alta sociedad, el primer sospechoso es su ocasional amante, un refinado cantante en un colorido boliche gay (Carlos Casella) que sucumbirá a los encantos del debutante policía devenido en carnada para atraparlo.
La trama ira revelando, de a poco, los posibles móviles del crimen, al mismo tiempo que la discordancia entre ambos policías va mutando a una relación (aparentemente) de padre-hijo, entre simpática y sensible. Y sumado a esto, el peligro para ellos irá in crescendo, dado que el misterio del crimen irá camino a resolverse.
Lo particular (y no “lo malo”) es que, para muchos espectadores, cobrará más importancia esta estrechez entre ambos hombres que la resolución del enigma.

La puesta en escena, la fotografía y la música resaltan por su excelencia técnica en esta “Muerte en Buenos Aires” de Natalia Meta, ambientada en 1989, con sus estrafalarios peinados y vestuario, las luces de colores y, contraria pero acertadamente, la oscuridad de los cortes de luz, típicos de esos años de vacas flacas.
El joven Darín, en su primer protagónico, defiende con creces su personaje, aportando la ambigüedad todo el tiempo, logrando mostrarse en el filo entre la astucia y la inocencia. Bichir es un dignísimo protagonista y resulta imponente su aparente rudo personaje. Se suma Mónica Antonópulos, cuyo rol cobra jerarquía al comienzo (sin dejar de mascar chicle en cada escena), pero luego, lamentablemente, se diluye.

Sin dudas el filme entretiene por lo atractivo de sus actores, por la idea argumentativa y por la propuesta audiovisual; sin embargo, a pesar de su final seco y sorprendente (o no tanto para los más "avivados"), cojea en el desarrollo del guión, a mitad de camino entre el policial hecho y derecho, y el drama de sus protagonistas.
Vale la pena disfrutarla y sucumbir a los encantos de la película, que no son pocos, especialmente por el cuarteto central y los actores que se suman a ellos: Hugo Arana, Emilio Disi, Luisa Kuliok, Humberto Tortonese, Fabián Arenillas, Jorgelina Aruzzi y Gino Renni. Antes de irse de la sala conviene quedarse a ver los créditos finales, acompañados por escenas (sin audio) que quedaron fuera del montaje final.