Muere monstruo muere

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Alejandro Fadel volvió a Cannes –después de “Los Salvajes”, su opera prima premiada en la Semana de la Crítica de 2013- con su segundo filme, “MUERE MONSTRUO MUERE” que fue presentado en la sección Un Certain Regard, casi convirtiéndose en un niño mimado por ese festival.
En este caso, la nueva propuesta abre con un rebaño de ovejas en donde se puede ver a algunas de ellas ensangrentadas. La cámara se va acercando a una mujer que deambula en esa pradera junto con ellas y vemos que la cabeza se le va cayendo hacia atrás, tiene un tajo de punta a punta en el cuello por el que brota cada vez más sangre… la cabeza se le desprende poco a poco hasta que ella se la sostiene para no quedar completamente degollada.
Así inicia “MUERE MONSTRUO MUERE” en donde esta primera mujer será el inicio de una serie de asesinatos sumamente sangrientos –todas mujeres y todas decapitadas- que azota un pueblo cercano a la cordillera mendocina, de donde justamente su director es oriundo, casi como un guiño en su regreso a casa. Cruz es el oficial de policía rural que quedará asignado a la investigación de esta serie de asesinatos.
Él es a su vez el amante de Francisca, la esposa de David, principal acusado de los crímenes y con una delicada condición, conformando un triángulo amoroso sobre el que la película irá rotando a medida que avance la trama.
Si bien en un primer momento la película coquetea con el gore, toneladas de sangre y mutilaciones al extremo, con un cierto homenaje al cine de clase “B”, Fadel apuesta a más y construye rápidamente una película alejada de cualquier etiqueta, con una búsqueda y un estilo propio donde rápidamente comienza a renegar del mismo género del que parecía abrevar.
Tanto desde el guion como desde la dirección, ambas a cargo de Fadel, queda bien claro que su interés no es el de construir una película de terror o que tenga referencias del género. Ni siquiera es el de contar una fábula sirviéndose de elementos fantásticos u oníricos como pudiese remitir, en un principio, al cine de Guillermo del Toro en “El laberinto del Fauno”.
El interés de Fadel va mucho más allá de una simple historia de terror-horror y la figura del monstruo parece, hasta filosóficamente, remitir a una multiplicidad de temas. ¿El monstruo tiene connotaciones con el deseo reprimido de los personajes, con la monstruosidad que, de una u otra manera, habita en cada uno de ellos?
¿Tiene que ver con la obsesión del poder, con la corrupción, con la falta de valores? ¿Será que lo monstruoso es el “pecado”, la infidelidad y la tensión sexual que se dispara en los personajes?
Estas mujeres degolladas representan, de algún modo, la posibilidad de que Fadel plantee en pantalla un tema tan vigente como los femicidios y es por eso que este monstruo tendrá más que ver con un tema de violencia de género?
El monstruo en este caso, es cada una de estas posibilidades y todas ellas a la vez, según el cristal con el que cada espectador quiere mirar la historia: una de las tantas formas de entrar en el mundo de la locura, del miedo, de lo oculto y de lo oscuro. En esta grandilocuencia y suntuosidad en el planteo, en su pretensión de abarcarlo todo, es donde “MUERE MONSTRUO MUERE” paulatinamente se va convirtiendo en un híbrido bastante decepcionante.
Los que han ido buscando una película de género, convendrán en que sus diálogos pretendidamente elevados, aburren y es muy notable cómo evita toda ocasión de que se la rotule como tal –algo así como si hacer una película respetando los cánones del género, fuese un verdadero pecado-.
Asi como conocimos a “Alien”, al hombre anfibio de “La forma del Agua”, extrañísimos seres en la reciente “Border” o la protagonista de la película rusa “Zoology” -brillante!-, finalmente en “MUERE MONSTRUO MUERE”, la presencia que en un momento se manejaba con un perfecto fuera de campo, dejará de serlo y lo podremos ver “cara a cara”.
El verdadero monstruo de la película termina siendo la pretensión desmedida que se respira a lo largo del filme, hasta podría decirse que la habita una cierta altanería con la permanente necesidad del rótulo de cine de autor: coquetea y referencia al cine de David Lynch y es muy notorio como presume de obra de arte en forma permanente.
Obviamente Fadel sabe crear climas, presentar situaciones y montar una puesta en escena atractiva desde lo visual –excelente trabajo de fotografía de Julián Apezteguia y Manuel Rebella-, intrigante, imponente y con un aire perverso. Pero el grave problema pareciera ser la obsesión notoria de crear un producto de élite.
De este modo es que finalmente, “MUERE MONSTRUO MUERE” termina tornándose ininteligible de tan críptica y tan encerrada en sí misma.
Los elementos del gore, lo fantástico, el suspenso y el thriller se mezclan con estos planteos metafísicos y rimbombantes, contraponiéndose con esa bestia que finalmente se muestra bastante obvia, con claras connotaciones sexuales / genitales, siendo demasiado burda para la elevada presunción y el tono que predominaba hasta ese momento en el filme. En definitiva, tan inquietante como desconcertante.