Mr. Kaplan

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

La vida de Jacobo Kaplan parecía estar destinada a la grandeza, a un destino excepcional, a inspirar. O al menos eso creía. “Eres muy especial. Ahora ve y demuéstralo”, le dijeron de pequeño. Pero si hay algo que difícilmente resulte del modo en que uno espera, eso es la vida. Y la de Kaplan se torna muy distinta.
Ahora ya es un hombre mayor, de más de 80 y no puede evitar hacerse preguntas. ¿Qué hice de memorable? ¿Es el mundo mejor gracias a mí? ¿Cuán útil fue mi existencia? Y las respuestas que encuentra no le son de su agrado.
Kaplan no busca a su edad redimirse de una vida aparentemente inútil hasta que se encuentra, o eso cree, con un propósito en su vida. Un viejo nazi que es asiduo de una playa cercana. De repente este personaje comienza a obsesionarlo hasta el punto de decidir que va a ser él mismo quien lo capture y lo lleve a Israel para el juicio que se merece.
La película uruguaya que su país decidió enviar a los Oscars es muchas películas en una. O mejor dicho, a eso aspira. Es así que lo que empieza como una comedia dramática sobre la vejez y lo que esto arrastra, se convierte luego en un retrato sobre la amistad, junto a un joven aparentemente fracasado cuyo mayor virtud y defecto es su lealtad (y casi el único que le sigue el juego cuando la familia comienza a aceptar antes que él mismo las cosas que el paso del tiempo van cambiando en uno), en el que rápidamente se cuela una investigación policial, para derivar luego en un drama con contenido más político y abandonando cada vez más ese humor que hacía que su primera mitad resultara entrañable.
El film recuerda bastante por momentos a “Remember” de Atom Egoyan, especialmente cuando éste se va tornando más oscuro (allí Christopher Plummer, en medio de un alzheimer que lo hace olvidarse de las cosas cada vez que se duerme, emprende la caza de un nazi que asesinó a su familia). “Lo que no puedo entender es que alguien aún quiera vengarse”. Ese “aún” tiene que ver con lo que sobrevuela en el film constantemente: la vejez. Con ésta, la pérdida de facultades, desde la vista hasta en algún momento la cabeza. ¿Cuánto de la historia que hay en su cabeza es verídica y cuánta paranoia producto de su senilidad?
Es en esa segunda mitad de la película en la que el film toma tintes más serios cuando comienza a decaer. “No se puede escapar del pasado”, nos subrayan y ése mismo lema podría aplicarse a la película de Egoyan anteriormente mencionada.
Al final descubriremos si era ése el propósito de la vida de Kaplan, pero la revelación más importante es la de que al final de nuestras vidas, sólo nos queda reír.
Bien realizada y haciendo que Uruguay se resalte en una industria en la que a veces pasa desapercibida, no sorprende con su temática que haya sido ésta la película elegida para la posibilidad de competir en los Oscars. No obstante, más allá de las buenas intenciones, el film se pierde cuando más oscarizable se pone y deja de lado esa película chiquita pero honesta que al principio promete ser. No por eso deja de ser una propuesta interesante.