Motivación cero

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Una mirada femenina sobre la milicia israelí

En el Estado de Israel, el servicio militar obligatorio se aplica también a las mujeres. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) pretenden ver a toda la población como socia en la misión nacional de seguridad. En ese marco, en el año 2004, el Ejército estableció una unidad de infantería de género mixto: el Batallón Caracal, donde los soldados de ambos sexos entrenan y sirven juntos en la frontera entre Israel y Egipto.

La debutante cineasta Talya Lavie ha basado su opera prima, “Motivación cero”, en su propia experiencia en las FDI, donde le fue asignado un puesto de secretaria. En su opinión, las mujeres israelíes ven al ejército como una parte inevitable en sus vidas.

El título de la película parece una paráfrasis contradictoria de la frase que exhibe un póster publicitario de las FDI, en el cual una mujer, la Sgto. 1ro. Stela, expresa: “Defender tu país no es una cuestión de género. Ser una soldado de combate es hacer sacrificios y estar motivado”.

Con un tono de comedia dramática, Lavie ofrece una mirada desmitificadora de ese ideal, en el que muestra las frustraciones, las miserias y los sueños truncos de muchas jóvenes que se incorporan a las fuerzas armadas respondiendo a diversos estímulos que en la práctica se verán defraudados.

Sin mencionarlo explícitamente, el film transcurre en un lugar muy parecido al Batallón Caracal, que está ubicado en medio del desierto de Negev, al sur de Israel, y se caracteriza, además de por su aislamiento del resto del mundo, por su precariedad edilicia y sus bajos recursos.

La película gira en torno a dos amigas, Zohar y Daffi, quienes se ven siempre a disgusto con su situación y tratan de evadir sus responsabilidades. Zohar debería encargarse del correo pero prefiere pasar el día enganchada con los juegos de la computadora donde bate récords que festeja ruidosamente; mientras que Daffi, encargada de vaciar los cestos de papeles y procesarlos en la trituradora, escribe cartas a todos sus superiores pidiendo un traslado a Tel Aviv, su mayor sueño. Y las dos, con su constante indisciplina, ponen furiosa a menudo a Rama, la jefa arrogante y ambiciosa, que a todas vistas se ve superada por las obligaciones de su función.

Las chicas tienen que hacer las tareas burocráticas, encargarse de los archivos de papeles, la limpieza y de servirles café a los jefes, todos hombres. Como es de suponer, donde conviven varones y mujeres suele haber romances, y donde hay romances, también suele haber celos y rencillas.

Con muchos gags que desnudan las contradicciones de ese mundo, en la realidad, reservado y oculto a la vista del mundo exterior, Lavie esboza una crítica a la institución, poniendo el acento en la hipocresía, las mezquindades y precisamente, la falta de motivación que afecta a todos, pero especialmente a las mujeres, quienes, como ocurre en otros ámbitos, se ven relegadas y a quienes hacer carrera les cuesta siempre más que a los hombres.

La película está estructurada en tres capítulos, donde se parodia de forma sarcástica, aunque no exenta de sensibilidad, a la organización militar y las falsas expectativas con que son captadas para ingresar a sus filas donde pronto verán naufragar sus aspiraciones, que van a chocar siempre contra el ninguneo y la indiferencia de los superiores.