Mortal Kombat

Crítica de María Paula Rios - Admit One

Descubriendo mi arcano.

Una nueva adaptación de uno de los videojuegos más famosos del mundo, ha salido a la luz de la mano de Simon McQuoid, claro que hablamos de Mortal Kombat. Los que conocen el juego sabrán de la historia y el universo que implica el mismo. Una batalla ancestral entre la troupe de la marca del dragón liderada por Raiden (el dios inmortal del trueno y el protector de reino de la Tierra); y Shang Tsung, la del brujete que absorbe almas para mantenerse en pie, y anfitrión del torneo en su isla.

La película se centra en varios personajes icónicos de la franquicia, así como uno nuevo, Cole Young, creado especialmente para esta adaptación. O sea, el argumento es tan simple como la dinámica del videojuego: dos potencias opuestas que luchan en un torneo mortal, para cada uno defender sus intereses, sean para hacer el “bien” o el “mal”.

Todo comienza con una secuencia muy poderosa para mostrar la cadencia dramática de dos personajes importantes. El guerrero Hanzo Hasashi (miembro del clan Shirai Ryu, que después emerge del infierno como Scorpion) está con su familia, disfrutando de la tranquilidad de su apacible hogar, cuando de repente, mientras él está buscando agua, aparece el criogénico Joe Taslim (ninja del clan Lin Kuei, después devenido en el temible Sub-Zero), que sin piedad y desplegando hielo, asesina a su familia.

De allí, nos trasladamos a la actualidad para ver al luchador de “vale todo” Cole Young, afrontando peleas de poca monta para sustentar a su familia. Cole tiene el tatuaje del dragón, y muy pronto el deber y la responsabilidad del linaje, lo llamará. Se unirá con los suyos para enfrentar al grupete de Shang Tsung, y así descubrir su poder interno y preservar a la propia humanidad de este joven/viejo villano.

Su clan está conformado por el monje Shaolin Liu Kang; Sonya Blade, una soldado de las Fuerzas Especiales compañera del comandante Jackson Briggs, quien heredó la marca del dragón. El traficante de armas australiano Kano; y Kung Lao, otro monje Shaolin que usa un sombrero filoso y es un amigo cercano de Liu Kang. Y así los veremos a cada uno de ellos mostrar su arcano en las peleas… peleas bañadas de sangre, brutales.

Todo un festín para los fans. Las luchas, lo más importante en este caso, están muy bien coreografiadas, son dinámicas y sin concesiones brutalmente hablando. Tal como los videojuegos hay desmembramientos, cabezas rodando y los poderes que se despliegan en su máxima expresión. No hay lugar para la piedad, solo para la venganza y para proteger a los más íntimos. Sin pedirle grandes pretensiones al argumento, Mortal Kombat cumple con lo prometido: mística, acción y gore extremo.