Morbius

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Morbius no es una buena película. Es tan mala como muchas otras que se han estrenado, pero es uno de esos casos donde la mala prensa y los rumores le juegan en contra desde un comienzo, incluso antes de estrenarse. No es necesario defenderla de las acusaciones injustas, basta con hablar de todo aquello que no funciona en la película. El personaje protagónico no es fácil, pero la historia es lo suficientemente sencilla como para ceñirse a dos o tres puntos básicos y no intentar nada más.

El doctor Michael Morbius (Jared Leto) es un científico brillante que ha llegado a ganar el premio Nobel, aunque en la ceremonia de entrega finalmente lo ha rechazado. Tiene una rara enfermedad en la sangre que lo ha impulsado a descubrir una cura para él, así como para su mejor amigo de la infancia que posee la misma enfermedad. Michael y Milo (Matt Smith) fueron criados y cuidados por el doctor Emil Nikols (Jared Harris) pero los destinos de ambos han sido muy distintos. Luego de muchos experimentos Morbius y su colega Martine Bancroft (Adria Arjona) llegan a un resultado positivo, pero con un revés inesperado que transforma a Michael en un monstruo sediento de sangre.

La historia es pequeña, pero la narración la destruye. El diseño de los efectos visuales no encuentra el camino y es una mezcla de un muy sofisticado trabajo digital con aspecto de vampiro de las películas de terror de la década del ochenta. No tiene misterio, no tiene horror, es casi una broma como vemos el rostro monstruoso de los personajes. No es la única decisión estética fea, pero es la que más expulsa al espectador. La película tampoco logra la unión entre el elemento fantástico y lo cotidiano. No se integran héroes y villanos al mundo real. Todo se ve forzado y roto, una película que falla de forma clara, a diferencia de muchas otras que fallan pero lo hacen de forma menos evidente.