Morbius

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

TAMPOCO PARA TANTO

Prácticamente la totalidad de la crítica, en especial la norteamericana, se apresuró a vapulear a Morbius, incluso calificándola como la peor película de Marvel. ¿Acaso es buena? No, está muy lejos de eso, es indudablemente mediocre, pero la energía destinada a destrozarla es un poquito exagerada. De hecho, la primera parte de Venom es bastante peor y esta nueva entrega del universo de antihéroes de Marvel que lleva adelante Sony confirma que su piso está muy cerca del techo.

El film del limitado Daniel Espinosa -que luego de la interesante Protegiendo al enemigo no metió ni una buena- presenta a Michael Morbius (Jared Leto), un brillante médico (que hasta se da el lujo de rechazar el Premio Nobel) que sufre un raro trastorno sanguíneo y que, para encontrar una cura, decide experimentar con sangre de murciélago. Sin embargo, lo que al principio parece un éxito sublime, que incluso le da poderes sobrehumanos, termina siendo una maldición, ya que se convierte en una especie de vampiro sediento de sangre. Si esa historia sobre un ser brillante que se encuentra frente al dilema moral de cómo lidiar con las repercusiones de su propia invención ya se contó miles de veces, Morbius tiene poco para aportar y la sensación de que nada de lo que vemos es mínimamente original domina toda la narración.

El problema de la película no está tanto en la convicción con que aborda su conflicto, sino en las herramientas y formas que despliega. Empezando por el componente humano, ninguno de los personajes posee consistencia suficiente para generar empatía: Morbius -a quien Leto interpreta en piloto automático- tiene su inteligencia, su ética entre heroica y maldita, su interés romántico (Adria Arjona), su mentor (Jared Harris) y un amigo destinado a convertirse en antagonista (Matt Smith), pero todos ellos deben explicar qué les pasa, qué piensan, cuáles son sus propósitos. Y eso afecta a otros elementos de la trama: la puesta en escena no encuentra un rango de equilibrio estético y debe recurrir a cada momento a la cámara lenta, lo que resta fisicidad y anula todo vínculo con la corporalidad que insinuaba el relato. Del mismo modo, la construcción y lo emocional nunca confluyen para involucrar al espectador en la experiencia que supuestamente propone el film.

En Morbius hay una historia que involucra diversos temas y subtramas: el aprendizaje doloroso, el recorrido del protagonista lindante con lo trágico, una hermandad quebrada, un romance maldito, un thriller que coquetea con el horror corporal, un análisis de lo heroico y lo villanesco. Y, a la vez, no hay nada, o a lo sumo un conjunto de superficies genéricas que no terminan de aparecer en la dimensión adecuada. Por más que los personajes se muevan de un lado a otro, no hay movimiento ni dinamismo en el film, no hay una sensación patente de evolución o cambio, lo cual se retroalimenta con la constante enunciación y explicación de todo lo que pasa. Espinosa, por más que le pone ganas, no consigue encontrarle la vuelta al relato y superar la sensación constante de repetición, de que todo ya se vio antes y desarrollado con mayor potencia. Por eso también todo se siente como otro capítulo obligado de una franquicia que no se decide a despegar.

Quizás el gran inconveniente no esté tanto en la película individual que es Morbius, sino en ese universo que integra, que se supone que está cimentado en un conjunto de antihéroes, pero que todavía no parece tener claro qué es un antihéroe. Si bien Sony viene insinuando que puede zambullirse en la noción del poder como una maldición, no termina todavía de aprovechar por completo a los villanos de Marvel y por eso queda muy dependiente de lo que pueda llegar a aportar el choque de estos personajes con Spider-Man. Mientras tanto, no encuentra un tono concreto que le dé coherencia a su propuesta. Morbius, en ese marco, es otro experimento fallido.