Monsieur Chocolat

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Al payaso Footit (James Thierrée) se le aguachentaron todos los trucos. Pese a su destreza e ingenio, el circo de provincia que solía darle un mendrugo lo desecha como un trasto viejo y apuesta todo a un africano (Omar Sy) recién bajado del barco, que con un hueso grande de utilería, un taparrabos y un chimpancé aterroriza al auditorio.
Footit ve el potencial del africano; le ofrece armar un dúo de payasos, uno blanco y otro negro, y la fórmula resulta un éxito; tanto, que el director del Noveaux Cirque de París, presente en una de las funciones, les ofrece estadía y una buena remuneración para ir a trabajar con él en la capital gala.
Rebautizados Footit y Chocolat, en París el éxito del dúo tiene impacto exponencial; son tapa de diarios y hasta merecen un afiche al estilo del (entonces trendy) Toulouse Lautrec. Footit es el cerebro; da las patadas y las cachetadas e inventa nuevos gags; es el Moe del equipo. Chocolat, todo negro, estilizado y con una enorme sonrisa blanca, es la principal atracción. Y entre la lógica del estrellato, su adicción al juego y a las mujeres, y un amigo haitiano con conciencia racial (“no te da vergüenza dejar que un blanco te patee el trasero”, le enrostra), a Chocolat se le van los humos a la cabeza y se arriesga a abandonar el circo para ser un actor serio y arrancar, ni más ni menos, haciendo Otelo de Shakespeare.
La película está inspirada en la verdadera historia del payaso Chocolat, que a fines del siglo XIX asombró a París y hasta mereció la atención de los hermanos Lumière, pero hay cosas que hacen ruido en la película. Si la primera mitad gana por la candidez de sus personajes y por la empatía que generan, la segunda presenta a un Chocolat desaforado, una mezcla del Mono Gatica con Ringo Bonavena y los Black Panthers, al tiempo que los personajes son o muy buenos o muy malos (y los muy buenos tienen un grado de desprejuicio inverosímil para la París decimonónica o de principios del siglo XX). Con esos reparos, la película funciona como una buena pintura de la época, con escenas bien retratadas y una gran actuación de Omar Sy.