Mongol

Crítica de Marcelo Pavazza - Crítica Digital

Los primeros pasos de un conquistador

Este film del ruso Serguei Bodrov explora los años de infancia y juventud del legendario Gengis Kan. Planificada como la primera parte de una trilogía (y acaso por eso), la película se toma su tiempo para contar cómo el pequeño Temudjin pasa de niño valiente a joven perseguido, para abandonarlo en el momento en el que es ungido Kan.
El trabajo de Bodrov con la historia es minucioso y enmarcado en un relato épico que, si bien nunca apuesta a la grandilocuencia, luce un poco extenso.

La película comienza con un Temudjin de sólo nueve años que, acompañado por su padre en una visita a un clan mongol, elige a la que será su futura esposa, Börte. Una elección equivocada, ya que, en realidad –y por una deuda que tenía su progenitor con otro clan–, el niño debía escoger una muchacha perteneciente al grupo del que su padre era deudor. El error es fatal: esos mismos hombres llevan al padre a la tumba. Desde ese momento, el futuro gobernante de Mongolia es perseguido por propios y extraños, mientras a cada paso debe dar pruebas de su entereza y su coraje.

Que el film se estrene en DVD ampliado es una mala noticia (cada película que no llega en fílmico encarna una mala noticia en sí) ya que Bodrov utiliza largas y trabajadas panorámicas para dar real dimensión de lo inmenso de la llanura, así como se empeña en ilustrar con muchos detalles (que no excluyen una buena cantidad de sangre) las escenas de batallas. Con todo, Mongol porta una extraña placidez, como si el director hubiese planificado la trilogía muy seguro de realizarla. Será por eso que se preocupó por dar real dimensión a cada personaje y carnadura al protagonista, que en su adultez es interpretado por el actor japonés Tadanobu Asano. Un Temudjin nacido para ser Kan que se muestra cariñoso con sus hijos, justo con quienes lo han ayudado e implacable con sus enemigos. Y que conoce su destino de gloria desde el principio.