Momentos que duran para siempre

Crítica de Andrea Migliani - Puesta en escena

La vida de una mujer y un muy buen film en el que la Historia grande se mezcla con la mínima y la potencia.

Hacia fines del Siglo XIX y principios del XX Suecia no era un paraíso para todos. Los emigrantes suecos aumentaron considerablemente, situación que se sostuvo hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, las condiciones de vida extremadamente difíciles, una pobreza imposible de sortear para ciertas capaz sociales y la eterna difícil posición de la mujer en un mundo de desigualdad son el marco de esta bella historia. El rol/lugar de la mujer que juega María Larssons, interpretada por María Heiskanen quien ganó Espiga de Oro de la 53 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci),es colocado aquí en el difícil micro universo familiar en el que sobrevivir se hace cuesta arriba, tolerando a un esposo alcohólico y la crianza de varios niños.

Una cámara fotográfica ganada en la lotería de la que María está dispuesta a desprenderse, es el eje metafórico del film. María no la venderá a expensas de los argumentos de alguien que entiende que ella posee un modo de mirar para el cual el aparato será de gran valor.

Lo que está en juego en todo el film es esa cosa extraña que es la mirada de quien no sólo intenta perpetuar el instante en que un gesto acaece, sino lo modos en que una sociedad mira a esa persona. Ese artefacto capaz de inmortalizar cualquier momento será el amparo de una mujer que deberá sacrificar todo por esos mandatos que imperaron y aún imperan en algunas sociedades. De modo tal que jamás dejará a su esposo quien a su modo la ama, aunque esa manera de amar no complete ni entienda las necesidades de ella. Sacrificará además su amor virtuoso y espiritual por alguien que sí sabe qué necesita María y será factor de cohesión de una familia cuya historia casi en clave de gesta pequeña es contada por la mayor de sus hijas, Maja, que aparece como voz en off para reponer la historia que se vuelve grande. Nada más ni nada menos que la historia de una mujer que fue capaz de soportarlo todo mientras, de a ratos, pudiera seguir mirando.

La música y fotografía imprimen matices sutiles a este film que reflexiona sobre esa encrucijada siempre actual que ha colocado y aún coloca a las mujeres entre la libertad de una existencia feliz y el compromiso asumido frente a un Dios que muchas veces parece mirar hacia otro lado, dada la infelicidad que recorre sus vidas. Los modos de ver, las miradas que eternizan un instante y convierten a ese intervalo en esos momentos que duran para siempre permiten contar esta historia plena de belleza y profundidad.