Moisés y los diez mandamientos: La película

Crítica de Lucas Moreno - La Voz del Interior

Imagine alguna telenovela emblemática de la televisión argentina, por ejemplo Grande Pa, Verano del '98, Casi Ángeles, Campeones o Graduados. Ahora imagine esta tira compactada en dos horas, pero no a modo de resumen o de "mejores momentos"; imagine que con el material acumulado durante años, un montajista inventa una película autoconclusiva. Nada cinematográficamente coherente saldrá de algo pensado para un formato diario, con planteos lisos para evadir en el televidente cualquier esfuerzo hermenéutico.

Moisés y los 10 mandamientos es una experiencia traumática: toma el material grabado para televisión y moldea con ello una película. Su visionado no brinda siquiera un placer nostálgico, por el contrario, equivale a testimoniar el ultraje del traspaso: los saltos narrativos son obscenos, cientos de personajes secundarios se extravían y las escenas carecen de atmósfera al ser simples cúmulos climáticos. Es como desmembrar un cadáver y sin el torso rearmarlo para una exhibición altanera y triunfal.

Suponer que un despliegue de extras o el uso de decorados naturales hace cinematográfico per se a un producto audiovisual, es grosero. Este pensamiento primitivo incluso denigra al formato televisivo, dando por sentado que el ADN del cine se detecta en sus recursos de producción. Moisés y los 10 mandamientos fue y será una telenovela, regurgitar la misma historia en la sala de un complejo es un acto de mala fe, una operación canalla que injuria el legado de la serie al convertirla en no-película.

Imaginemos ahora a un espectador virgen, desconocedor de la materia prima. De estas dos horas sacará las siguientes conclusiones: la trama es zigzagueante, las actuaciones son chillonas, el vestuario es una comparsa, las paredes están pintadas con aerosol, la música fue hecha con samplers y los efectos especiales son trabajos prácticos de un taller de postproducción. Este espectador virgen también se preguntará por qué los hebreos le reclaman a los egipcios “mejoras salariales” o en el palacio los criados le dicen “señora” a Nefertari, replicando con tanta fidelidad la jerga novelesca.
La Biblia es una obra literaria excepcional. Se necesita estar enfermo de codicia para maltratar así una estructura dramática que suele dar buenos resultados. Lo mejor que le podría pasar a Moisés y los 10 mandamientos es huir cuanto antes de la cartelera, cediéndole su espacio a películas que, fallidas o no, se pensaron como cine y apuestan por un encuentro con el espectador.