Moana: Un mar de aventuras

Crítica de Diego Alvarez - Cuatro Bastardos

Moana: Allá lejos, donde el cielo se junta con el mar.
Llega una nueva Princesa Disney muy acorde a los tiempos que vivimos y es un disfrute visual.
No se puede negar que Disney se va reinventando año tras año. Para esto es menester de la compañía estar atentos a las épocas donde las transformaciones sociales son cruciales para que se le pueda dar al público lo que quiere o lo que ellos creen que se consume. Una muestra de ello es adquirir Marvel Studios y comenzar con la seguidilla de superhéroes de La Casa de la Ideas y expandir un universo fantástico en cines. Y tal como Marvel, que siempre está a la vanguardia de los tiempos que corren, Disney fue modificando su particular visión de las Princesas, otroras damiselas en peligro.
En este contexto aparece Moana: Un mar de aventuras, donde la hija de un jefe tribal (una Princesa, aunque a ella no le gusta esa denominación) en Motunui, una isla del sur del Pacífico, cree que puede dar más por su pueblo saliendo “mas allá de los Arrecifes” que estando en su tierra. Llevada por una antigua leyenda que dice que el semi-dios Maui al robar el corazón de la madre naturaleza trajo desdichas y oscuridad al mundo; la joven deberá encontrar a este carismático personaje y traer paz a su pueblo.

Tanto Maui como Moana se embarcarán en una aventura para descubrir que sus vidas no dependen de los designios de la familia, que cada crea su propio destino, atendiendo el llamado de su corazón y aprendiendo sobre la marcha que la vida es un viaje de ida y vuelta; porque se necesita salir al mundo para prender y volver a casa con la experiencia que solo el exterior puede darnos. Volver con más fuerza y sabiduría.
Tanto los paisajes como la paleta de colores tropical y la creación de los personajes son excepcionales, donde ningún detalle queda librado al azar y las aventuras de estos dos particulares seres son acompañadas por el nuevo Rey Midas de la música, Lin Manuel Miranda.

Una aventura más de Disney donde nos queda claro que los sueños son para cumplirlos y no hay horizonte que nos detenga. Atentos a quedarse después de los créditos que hay una escena muy graciosa. [Párrafo aparte se necesita para el corto “Cabeza y Corazón” que precede el film, otro deleite para los sentidos que sigue la premisa de atender los designios del músculo rojo].