Moacir y yo

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

En 2010 Tomás Lipgot dirigió junto a Christoph Behl el documental Fortalezas. Esta película, que fue la opera prima de ambos, mostraba las historias de una serie de personajes encerrados en instituciones de reclusión. Uno de ellos, Moacir dos Santos, se destacaba e interesó a Lipgot como para realizar una película enteramente dedicada a él. Moacir era un brasileño internado en el neuropsiquiátrico José T. Borda, cantante, compositor y un personaje carismático, extrovertido y sociable a pesar de la enfermedad y el encierro. O quizás por esto mismo es que necesitaba relacionarse, cantar todo el tiempo, festejar y disfrutar la vida. La película se llamó simplemente Moacir (2011) y fue dirigida por Lipgot ya en solitario, documentando el proceso de externación y el proyecto de grabar un disco.

La relación entre ambos fue más profunda que simplemente director y personaje y Lipgot realizó un nuevo film, Moacir III (2017), acerca del sueño de Moacir de protagonizar una película de ficción. A partir de este último, los tres films fueron presentados como partes de una Trilogía de la Libertad, lo cual además de la noción de unidad daba también una idea de cierre. Pero algo, que podríamos llamar el destino, provocó en Lipgot la necesidad de agregar un nuevo capítulo, o una coda en este caso. Moacir murió y el realizador decidió despedirse de él con una nueva película, conformando lo que ahora es una tetralogía. Y de eso se trata Moacir y yo, una despedida del amigo y una celebración de su vida.

Si en los films anteriores Moacir era el protagonista indiscutido, esta vez comparte la pantalla. Sigue siendo el centro del relato ya que el film es efectivamente una elegía en forma de película que rescata su imagen, su palabra, su canto y su historia. Pero la palabra es también la de aquellos a quienes esa vida tocó de alguna forma: músicos, profesionales de la salud mental, vecinos, actores, productores o simplemente amigos. Y entre todos aquellos a los que Moacir conmovió está, lógicamente, el propio LIpgot, quien aquí da un paso al frente y cuenta de manera muy honesta y descarnada cómo haber conocido a Moacir en un momento muy difícil de su vida y compartido vivencias con él, de alguna manera lo salvó y lo inspiró. Lipgot acude esta vez a diversas y eclécticas fuentes y formatos: fragmentos de las películas, tomas de backstage, videos caseros, fotos, grabaciones de audio, documentos. El realizador le da unidad a ese collage audiovisual narrando en primera persona y poniendo el cuerpo, no solo porque se pone delante de cámara sino porque tiene el valor de contar cosas muy íntimas.

Lipgot es desprejuiciado y nada solemne incluso a la hora de abordar algo difícil como la muerte. En eso coincide con el propio Moacir quien rechazaba lo lúgubre y la lamentación. Lo vemos cuando, en una reunión donde se está por decidir el diseño de una remera del Frente de Artistas del Borda, Moacir pide que el color de la prenda sea cualquiera menos el negro que le recuerda el luto. Fiel a esa premisa, Lipgot no guarda el luto, si bien el film está atravesado por una inevitable tristeza. Se trata básicamente de una película sobre la amistad. Por lo que se desprende de los testimonios, Moacir era una persona vulnerable que necesitaba de los otros, pero a su vez se brindaba, podía ser difícil pero también generoso y pródigo a brindar afecto, con ganas de hacer el bien además de recibirlo, que es lo que Lipgot destaca. Su película es entonces tanto una despedida como un agradecimiento.

MOACIR Y YO
Moacir y yo. Argentina, 2021.
Dirección y guion: Tomás Lipgot. Intérpretes: Moacir dos Santos, Marisa Barcellos, Sergio Pángaro, Noelia López, Ruy Alonso, Cristina Gartland, Graciela Pellaza. Montaje: Leandro Tolchinsky. Dirección de fotografía y cámara: Javier Pistani. Música: Pablo Urristi. Dirección de sonido: Ana Mouriño. Duración: 74 minutos