Moacir y yo

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

El vínculo amistoso entre el músico y cantante brasileño Moacir dos Santos y el cineasta Tomás Lipgot se convirtió en una trilogía de películas iniciada en 2010 con el film Fortalezas, al que siguieron Moacir (2011) y Moacir II (2017), todos ellas protagonizados por dicho artista, fallecido en 2018. En forma de diario personal, el realizador resume en esta cuarta parte su amigable unión con ese brasileño cordial y simpático que mostró sus habilidades artísticas en modestos salones y, alguna vez, frente a un numeroso público que supo comprender su sincero arte. Desde su propia voz y figura, Lipgot recuerda la internación del artista en el Borda, se detiene esta vez en esos amigos que lo van encaminando hacia el éxito tan deseado por Moacir y muestra con enorme emoción y toques de humor el camino que deberá seguir para que sus canciones se abran a la popularidad.

Así el film comprime emociones del cine y de la vida doméstica y habla de la sinceridad de quienes, en este caso, rodearon como una gran familia a ese Moacir que siempre tendió su mano afectuosa hacia quienes se le acercaron con la voluntad de hacer de sus temas musicales un canto de vida y de ternura. Con estos elementos, el film se convierte en un documento universal acerca de la necesidad de creer en el deseo de ayudar a quien se tiene más cerca y, al mismo tiempo, a quienes necesitan rodearse de aquellos que lo comprenden y lo necesitan.