Miss Tacuarembó

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Miss Tacuarembó es mucho más que un musical, más que pop art rioplatense. Es alegría, es esperanza, es vitalidad, es fe.

Natalia (Natalia Oreiro) pasa su infancia bailando al ritmo de “What a Feeling”, de Irene Cara —tema principal de Flashdance— y la telenovela venezolana Cristal. En Tacuarembó, Uruguay, durante los ’80, no hay demasiado para hacer, y abunda la gente autoritaria y desagradable, como Cándida, la maestra de canto. Pero Natalia (que se hace llamar Cristal) sueña con salir de aquel pantano de aburrimiento y conseguir el estrellato y la gloria. Para lograrlo, participa en el concurso Miss Tacuarembó, que le permitirá salir de sus pagos y conquistar el mundo. Con los años, comprenderá que la vida es dura, que su talento no es reconocido... pero que las metas de la niñez nunca deben perderse.

El director debutante Martín Sastre le torga al film un delirio visual acorde con el género, donde no faltan los inolvidables números musicales. Uno de los más divertidos tiene lugar en el parque de diversiones con temática religiosa en el que trabaja Natalia/Cristal (Presten atención a los nombre de los juegos, como Tiro al Judas). El tono va de la comedia al drama y de ahí a lo romántico, pero todo funciona en perfecta armonía. También se usa una narración no lineal, ya que se entrecruzan tres períodos históricos.

El público de alrededor de 30 años disfrutará de las referencias a la iconografía de fines de los ’80, sobre todo en materia infantil: Los Ositos Cariñosos, Frutillita, los Walkie-Talkies. También hay referencias a Madonna (así bautizan a un cabrito) y, ya en los ’90, suenan bandas como EMF y su One Hit Wonder “Unbelievable”. Además, la película satiriza a los reality shows como American Idol. En este caso, la eterna chica Almodóvar Rossy de Palma se luce como la repugnante conductora del programa “Todo por un sueño”, en el que Natalia/Cristal termina participando.

Natalia Oreiro nació para estar en la película. Pocas veces pudo explotar tan genialmente su belleza, carisma, frescura y talento para el canto. Sus pasos de comedia son estupendos, pero, al igual que en la reciente Francia, demuestra que puede dar una actuación dramática y contenida.

Siguiendo con el elenco, Diego Reinhold compone al amigo de la protagonista, un personaje tan lleno de energía y tan carente de prejuicios como todos los que encara este actor. Las gemelas Petriella provocan que el público las odie al verlas interpretar a dos antipáticas hermanas que fastidian a la soñadora. El inefable Mike Amigorena hace una muy divertida aparición especial como Jesús, quien no se priva de cantar y bailar. Por el lado de las aparicines especiales, Graciela Borges interpreta a una mujer poderosa de Tacuarembó, muy amante de los perfumes. Ale Sergi, cantante del grupo Miranda! y responsable de la música del film, aparece brevemente como un muchacho mudo. Sin embargo, quien despierta más sorpresa es Jeannette Rodríguez, protagonista de Cristal. Lo primero que más de uno se preguntará es: “¿Qué se hizo en la cara?”.

La película hace agua por el lado de los chicos actores. Ni Sofía Silvera (la Natalia/Cristal de niña, elegida entre 800 nenas mediante un casting online) ni Mateo Capo (Carlos de niño) están del todo convincentes. Contrariamente a lo que se puede pensar, son ellos quienes tienen menos espontaneidad que los adultos. Aunque este aspecto no estropea el producto final, en absoluto.

Por momentos ingenua, por momentos dura, siempre irresistible, Miss Tacuarembó dice que este mundo es complicado, horrible, devastador, pero que nunca debemos traicionarnos a nosotros mismos, que jamás debemos renunciar a nuestros sueños. Que la vida sin sueños no es tal. Que todo es posible. Que nunca dejemos de creer... ni de crear.