Misión rescate

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

De Marte con humor.

El mayor mérito de Misión Rescate está en poder hibridar dos géneros: la ciencia ficción y la comedia. Hoy en día es complicado que cada uno por separado logren escapar de la mediocridad sin volverse conservadores o repetitivos en el uso de recurrencias y fórmulas gastadas. Tratándose de una transposición, es imposible no atribuirle la unión exitosa de dos géneros al autor del libro, Andy Weir (quién publicó on line el texto en fascículos), aun así Ridley Scott es el verdadero artífice porque logra llevar a otro lenguaje, con dinámicas propias, una historia fácil de etiquetar a priori e incluso de compararla con otras películas recientes: Interestelar, Gravedad y por sobre todas, Naufrago. Nada de esto último.

Mark Watney (Matt Damon) es dado por muerto luego de que una tormenta en suelo marciano obligara a sus compañeros a dejar el planeta. Mark recurre al ingenio y a sus aptitudes como botánico para crear, por ejemplo, una huerta orgánica de papas, a racionar comida y a sobrevivir a cualquier otro imprevisto. La diferencia con otras películas de “muerto que revive” es que Scott pone de base al montaje paralelo entre lo que sucede con Mark y el tiempo límite de los hombres y mujeres en la Tierra que planean la forma de traerlo con vida, barajando todas posibilidades suicidas, mientras que la tripulación que tuvo que dejarlo sigue en la órbita del espacio exterior sin saber de la noticia. Entre esos espacios juega el bueno del autor sin la necesidad de relamerse en la solemnidad ni mucho menos en el dramatismo más vetusto, es ahí que el humor y la comedia más simple se potencian como combustible de una historia, que sin esta variable, sucumbiría de la misma manera que otras películas que han intentado retratar historias de misiones fallidas en Marte. Así como Zemeckis en la mencionada Naufrago se las rebuscaba para que su protagonista no estuviera en silencio durante gran parte de la película, Scott utiliza las cámaras de la bitácora para que el astronauta relate cada uno de sus pasos en la espera del rescate, en forma de video blog.

Otro de los puntales de Misión Rescate (horrendo título local que quita la sustancia del original The Martian) es el elenco de secundarios, los cuales brindan pequeños duelos actorales, en especial Jeff Daniels, en el papel de un director de la NASA villanesco, y Sean Bean, el director de vuelos del organismo. Todo es parte de un engranaje infrecuente para el Hollywood actual, incluso Scott sorprende al incluir dramáticamente una playlist de música disco sin caer en la mirada irónica y antipática sobre ese estilo musical. La carrera contrarreloj por momentos parece ganarle al humor, presente desde los primeros diálogos, y es ahí que la tensión se maneja casi simétricamente entre Marte y la Tierra, en esta oscilación Scott prueba que los espacios en los que se desarrollan estas historias son accidentales, no así los tonos y las perspectivas. Nunca en toda la película se hacen planteos sobrenaturales ni otros más emparentados con el género de la ciencia ficción, mucho menos hay una filiación con el cine clase B de mitad de siglo pasado o de su revival que generó Tim Burton con ¡Marcianos al Ataque!.

Ridley Scott, como suerte de correlato invisible, hace un planteo sobre qué tan lejos estamos de que estas películas emplazadas en lugares inhóspitos puedan dejar de categorizarse dentro del sci-fi, porque más bien deberían ser llamadas películas de “sci-fact”. El tono visual, ya hablamos de lo temático y de lo genérico, es de un realismo inusitado para las producciones sobre el planeta rojo, es así que las locaciones rocosas pueden compararse con cualquier desierto terráqueo sin romper el verosímil, ya que la tormenta del inicio aporta la cuota necesaria a lo fantástico. En la misma sintonía que los últimos Scorsese, Miller y otros viejitos casi octogenarios, Ridley Scott se inscribe en la rebeldía casi punk. En su caso para corromper la falsa estabilidad de los géneros y dar rienda suelta al humor, algo que parece mala palabra, en especial para una crítica ultra conservadora, la cual seguro verá como una aberración este desplante del director de Blade Runner.