Misión Imposible 5: Nación Secreta

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

Eternamente joven

La misión número cinco del agente Ethan todo-lo-puede Hunt comienza con una excelente secuencia de acción que nos recuerda por qué salimos de nuestras casas en medio de una noche lluviosa y pagamos una entrada para sentarnos en una sala oscura durante más de dos horas. Difícilmente haya una saga tan pareja y cuidada en todos los aspectos como Misión Imposible. Lo cierto es que fueron De Palma, luego John Woo, J J Abrams y por último Brad Bird quienes dejaron la vara muy alta para el que viniera después a tomar la franquicia por las astas. En este caso, la misión decidió aceptarla el australiano Christopher McQuarrie, perfectamente consciente de que debía cargar con el peso de cuatro entregas anteriores que son entre muy buenas y excelentes. El director de Al calor de las armas también fue el responsable de la grandiosa Jack Reacher, película que, además de contar con la presencia de Tom Cruise, tenía uno de los mejores villanos de la historia del cine, de esos que meten miedo de verdad, interpretado por el enorme Werner Herzog. De hecho, no es casual que Nación secreta se parezca mucho a Jack Reacher. Hasta podría decirse que está más cerca de ser un thriller paranoico de esos en los que nunca se sabe de qué lado está cada quién que de ser una película de acción. Incluso es la más oscura de las entregas; todo se trata de un gran juego de Macguffins, enigmas e identidades con una clara herencia hitchcockiana, donde la duda es casi la única constante del relato. En esta ocasión, el director parece enfocarse exclusivamente en la tensión narrativa pero lo que sucede es que el complejo mecanismo que despliega se vuelve por momentos un poco agobiante.

Su predecesora, Protocolo fantasma, era una película bigger tan life que avanzaba –o mejor dicho: nos arrollaba– a puros destellos de euforia y de una vitalidad cada vez más extraña de encontrar en el cine. Tom Cruise se movía por la pantalla grande con la gracia y la ligereza de un bailarín clásico, recuerden sino la memorable escena en la que colgaba del piso 130 de una torre en Dubai. El actor que nos conquistó desde el “hola” en Jerry Maguire posee una coordinación de su cuerpo y una cantidad justa de gestos capaces de ser capturados solamente por una cámara de cine que lo hacen llevar el tempo de la película con más precisión que un director de orquesta. Pero esta Misión Imposible pertenece a otro tipo de orquesta. Una que toma carrera con la secuencia inicial a la que le siguen otras de una tensión casi insoportable, pero poco después vienen los enredos de guion a ponerle un pie en el freno a la transfusión de adrenalina. Sí, hay una secuencia inolvidable y de una tensión notable bajo el agua, pero a medida que avanza el metraje la trama se va desdibujando entre vueltas de tuerca que hacen que la película pierda un poco el rumbo cuando cae en escenas demasiado explicativas. Es cierto que el movimiento jamás se detiene y es comprensible en todo momento pero da la impresión de ser la menos fluida, aunque se mueva con la misma elegancia que las demás. Ahora, si hablamos de elegancia, es imposible no referirse a Rebecca Ferguson, una actriz de una belleza y una fotogenia impactantes que interpreta a Ilsa –homenaje cinematográfico de por medio–, un personaje que funciona no solo como una “chica Bond” –con escena en la que emerge en bikini de una pileta incluida– relegada a un segundo plano sino más bien como una femme fatal depalmeana igual de peligrosa que Ethan a quien le salva la vida más de una vez.

Las cinco de la serie son películas sumamente pulsionales cuya fuente de energía es Tom Cruise, un actor extraordinario y la viva imagen de uno de esos héroes duros e implacables de hace cuarenta años. Esto no quiere decir que el último opus de McQuarrie se vea antiguo, sino todo lo contrario. Es que la gran excusa argumental que es Nación Secreta se debate entre un tono bastante más sobrio que el resto de las misiones, alternando el espionaje de escritorio a lo John Le Carré con efectivas secuencias de acción.

Lo único que se interpone entre esta nueva entrega y el cine con mayúsculas es que no presenta el dominio absoluto de la pausa y la aceleración que lograban sus precursoras. A pesar de esto, no caben dudas de que seguimos estando frente una saga absolutamente clásica y disfrutable como pocas. El cine necesita más películas como las que conforman la franquicia de Misión Imposible y, por supuesto, la presencia de un actor con la potencia cinematográfica de Tom Cruise en muchas más películas.