Misántropo

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"Misántropo", de Damián Szifron: a la caza del asesino

Estimulante ejercicio de cine de género, "Misántropo" seguramente será recordada en el futuro como aquella historia policial que Szifron hizo en Hollywood antes de embarcarse en "Los simuladores", la película.

Para el argentino Damián Szifron, el director de Relatos salvajes y creador de la exitosa serie Los simuladores, no fue nada sencillo filmar su primera (¿y última?) película en Hollywood, como lo explica en detalle en la entrevista publicada hace una semana en Página/12. Es que, más allá de las demoras y problemas usuales de la industria – financistas que hay que cautivar, luces verdes que deben encenderse, preventas que deben asegurarse en varios territorios–, se sumaron las lógicas reticencias ante un tema candente y problemático en la sociedad estadounidense: los tiroteos masivos con múltiples muertos y heridos que regularmente ocupan un espacio noticioso de relevancia. “Llegó un momento en que eran muchos los asesinatos en masa, y ahí la onda para hacer esta película se iba disipando y la idea era mejor que no”, describe sin vueltas Szifron, cuyo film llega a la Argentina con el título imaginado por el realizador, Misántropo, y no el híper genérico To Catch a Killer (“Para atrapar al asesino”) con el que desembarcó en su país de origen.

Como han señalado todas las reseñas, incluidas las negativas, Misántropo comienza con una gran secuencia, apoyada en la notable dirección de fotografía nocturna de Javier Juliá. En plenas celebraciones de Año Nuevo, escudado en las explosiones de los fuegos artificiales, un tirador de excelsa puntería comienza a disparar sobre los desprevenidos ciudadanos de Baltimore. En una terraza, en un ascensor, en una pileta de natación, en un piso lujoso, en las calles, el impacto de varias docenas de balas certeras acaba con las vidas de hombres y mujeres desprevenidos. Por la zona anda de guardia Eleanor Falco (Shailene Woodley), una agente de policía de rango raso que de inmediato se acerca a uno de los lugares atacados. Cuando las mediciones in situ señalan claramente el lugar del cual provienen los disparos, confirmado por una explosión pergeñada por el verdugo, Eleanor no duda en subir varios pisos por escalera y sin máscara protectora, actitud temeraria y peligrosa para su salud por la cual es regañada de inmediato, aunque alguien importante toma nota de ello, amén de otras aparentes aptitudes.

Hay algo en el personaje de Woodley que la señala como descendiente indirecta de las Clarice Starling de este mundo, aunque en su caso el pasado de abusos autodestructivos le ha impedido ingresar al FBI. Como la protagonista de El silencio de los inocentes, la caza del asesino se transforma en norte y destino autoimpuesto, apadrinada por un detective de alto nivel de la agencia federal, Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn, gran valor), que ve en ella ciertas capacidades especiales para poder empatizar con el depredador. Tales son las líneas generales de Misántropo, cuyo guion fue escrito por el propio Szifron y el británico Jonathan Wakeham. Un guion que, sin dejar de ser derivativo en más de un sentido, aporta varias capas de oscuridades en el marco de un policial tradicional de asesino suelto. Si bien el procedimiento policial, la investigación en sí misma, ocupa bastante espacio, la trama se destaca por dos elementos distintivos.

Por un lado, un clásico de otros tiempos: la inoperancia de los altos mandos y el choque entre la velocidad de la investigación y las necesidades políticas del momento, que llevan a cometer un par de errores garrafales ante la presión pública. Por el otro, algo un poco más perturbador. A medida que Eleanor comienza a comprender cabalmente la mente del asesino y sus posibles motivaciones, gracias a un par de testigos que detallan su pasado, la sincronía entre ambos, ese odio a la humanidad reprimido en una y desatado en el otro, acerca un tercer acto en el cual aparece la posibilidad de la comprensión, aunque la necesidad de encerrar a la bestia nunca sale de cuadro.

Hay diálogos un tanto pomposos, un final irónicamente “poético” que podría haber sido y no fue, y un par de muy buenas escenas de acción cronometradas en el metraje para aumentar el nivel de adrenalina. Ejercicio genérico estimulante con un par de marcas de estilo, seguramente en el futuro Misántropo sea recordada como aquella historia policial que Szifron filmó en Hollywood antes de embarcarse en Los simuladores, la película.