Mis tardes con Margueritte

Crítica de Marcelo Cafferata - Revoleando Butacas

Educando a Germain

Con "Dejad de quererme" ("Deux jours á touer") -quizás su filme con una estructura más interesante-, "La fortuna de vivir" y sobre todo con "Conversaciones con mi jardinero", Jean Becker nos tiene acostumbrados a lo más arquetípico del cine francés: buenos diálogos, situaciones de encuentro y desencuentro de los protagonistas, historias familiares que han marcado a los personajes y un ritmo casi teatralizado en la manera en que quiere contarnos la historia.
Diálogos muy trabajados -y en cierto punto hasta excesivos-, poco riesgo estético y un encuadre sumamente tradicional hacen de Becker un director que siempre entrega un producto correcto pero que no despierta demasiado asombro o interés en aquellos quetraten de buscar algo más allá del esquema más habitual.

En este caso, en "Mis tardes con Margueritte", Becker narra un encuentro particular, improblable, de dos mundos complatamente diferentes.
Dépardieu es Germain, un cincuentón que no ha podido terminar sus estudios primarios, que vive casi precariamente con su pareja -una jóven colectivera- en su casa rodante, instalada próxima al terreno de la casa de su madre y se sustenta con el producido de su huerta personal.
Un hombre con alma de niño, que se resiste a madurar y plantarse en la vida y que a lo largo del proceso que cuenta la historia dejará al descubierto, las profundas marcas que su niñez dejó y que impactaron en su historia personal.

Una de las tardes en las que va a la plaza a darle de comer a las (sus) palomas, se cruza con Margueritte (Gisèle Casadesus), una anciana que vive en un geriátrico de la zona y tiene justamente a esa plaza como única salida, yendo a visitar a sus amigas las palomas, a los cuales Germain hasta les ha puesto un nombre.

Margueritte es su opuesto: flaquita -casi diminuta mientras que Germain es más que robusto-, investigadora, con una interesante vida dedicada a la ciencia y rebozante de cultura, hará que poco a poco através de la lectura, él se vaya interesando por diversos autores clásicos universales.

A pesar de su falta de instrucción, Germain comienza a sentir una particular atracción por la literatura en general y por esos encuentros con Margueritte en particular, en donde hilvanan algunos datos de sus historias personales, entremezclados con bellísimos textos literarios.

Muchos de estos momentos de la historia personal, Becker elige trabajarlos como recuerdos-flashbacks y son el vehículo para tocar otros temas de la vida de este niño-hombre: el dificil vínculo con su madre, algo abandónica y abusiva, momentos de su escuela primaria en donde había sido fuertemente discriminado y su dificultad de "sentar cabeza", evidenciada sobre todo en el vínculo con su novia actual, quien, por otra parte lo encuentra faltos de proyectos dentro de la pareja.

No hay absolutamente nada nuevo bajo el sol: algunos buenos diálogos, buenas actuaciones -buen trabajo de Claire Maurier como la madre, un Dépardieu con algunos tics de sobreactuación en sus espaldas y una adorable Casadesus que destila oficio teatral más que cinematográfico- y un argumento sencillo que no deja en ningún momento de interesar, pero tampoco lograr generar ninguna situación novedosa ni con una puesta diferente.
Becker se abusa particularmente de un ramillete de lugares comunes en los flashbacks a los que recurre para mostrarnos una madre francamente estereotipada y muestra una dimensión sólo de bondad y candidez de la anciana digna de la dulce abuelita inofensiva que se contrapone, ex profeso, con la torpeza y la falta de cultura de un Germain en donde Dépardieu vuelve a demostrar que no hay papel que se le resista, aún con su grandilocuente gestualidad.

Para la hora del té y para llevar al cine a pasear a la abuela.