Mis sesiones de lucha

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Cuerpo a cuerpo

Se estrena esta reciente película de Doillon, aunque en verdad resultan más valiosos los otros tres films que la Lugones exhibe como complemento.

Jacques Doillon es un muy interesante director francés (allí está, por ejemplo, la notable El primero que llegue, que la Sala Lugones también exhibirá en próximos días), pero Mis sesiones de lucha me pareció un ejercicio bastante torpe de psicologismo no exento de regodeo en un sadismo lindante con la crueldad.

Con sólo cuatro personajes en pantalla, esta sucesión de tensas discusiones de a dos, se parece demasiado a un ejercicio de teatro filmado, por más que la cámara en mano y la cercanía del lente con los rostros de los actores intente darle algo más de dinamismo y crudeza al relato.

Ella (Sara Forestier) regresa a un pueblo rural para asistir al funeral de su padre, con quien nunca se ha llevado bien. En principio no quiere nada como herencia (sólo amaga con reclamar un piano que ella supo tocar), pero allí están su mejor amiga (Mahault Mollaret) y su hermana (Louise Szpindel) como receptáculos de sus rencores, traumas y venenos acumulados en el tiempo.

Sin embargo, el eje de los conflictos son los sucesivos encuentros -dominados por recriminaciones, manipulaciones, seducciones, diálogos cínicos y arranques de furia- entre ella, una joven decididamente inestable, y él (James Thiérrée), un vecino algo más veterano y en apariencia menos violento. La intensidad de esos encuentros, que devendrán en las sesiones de lucha a las que alude el título, aumentan, pero no así el interés que despiertan en el espectador. Una propuesta extrema, sí, pero para mi gusto bastante irritante y fallida.