Mis hermanos y yo

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

El modelo más evidente de este film francés, que se estrenó en la prestigiosa sección Un Certain Regard del Festival de Cannes de 2021, es la famosa Billy Elliot, del británico Stephen Daldry: aquí también un chico de clase obrera se interesa por el arte burgués (el canto lírico en lugar de la danza, en esta oportunidad) y vislumbra a partir de esa vocación un futuro posible.

Mientras cumple con la obligación de un trabajo comunitario, Nour, el joven y carismático protagonista de la historia -interpretado con mucho encanto por Maël Rouin Berrandou, toda una revelación- se las arregla para que una profesora muy atenta lo invite a participar de unas clases de canto en principio destinadas exclusivamente a un grupo de niñas. Pero es su propia familia la que no lo apoya: con un padre ausente y una madre al borde de la muerte, quien toma las decisiones es el hermano mayor, el más riguroso de todos, y él decide que Nour se concentre exclusivamente en ir a la escuela y trabajar. Sus otros dos hermanos no son de mucha ayuda: uno trabaja como taxi boy y el otro, él más rebelde de los cuatro, vende droga al menudeo. Cada uno parece concentrado en lo suyo. Sin embargo, hay momentos de empatía y buen humor entre ellos, y son esos pasajes los que elevan el vuelo de una película que es mucho mejor cuando reluce la nobleza de sus personajes y su resiliencia en situaciones adversas que en los momentos donde se obstina en señalarnos el camino redentor del arte y se vuelve algo más demagógica.