Mis estrellas y yo

Crítica de Eugenia Saúl - Crítica Digital

Otra comedia de enredos a la francesa
Como único y solitario estreno navideño, llega a los cines un film galo sostenido por la presencia de Catherine Deneuve y Emmanuelle Béart que contiene guiños a su condición de divas de la vida real.

Otra comedia de enredos francesa, el género for export por excelencia del cine galo. Y Mis estrellas y yo, como tantas otras, resulta un tímido resumen de vicios, gestos y problemas de esa cinematografía. Acaso más “tímido” que “resumen”. Por esa razón, la película se aleja de cualquier cumbre y es tan equidistante de la catástrofe como de la excelencia.

Su mayor problema es ya un clásico de este género tan popular: perderse en el vaivén entre el momento de comedia y el dramático. Y pasa lo que pasa siempre: las tres intérpretes llevan tan bien los papeles que la película se puede ver gracias a ellas sin mayores incomodidades. Así, termina siendo una película “de actor”.

Ese rasgo, en este caso, podría incluso ser algo más, porque la película es, justamente, sobre actrices. La historia gira en torno a tres de las citadas profesionales, dos de ellas famosas estrellas de la pantalla grande francesa, interpretadas por Catherine Deneuve y Emmanuelle Béart, que son precisamente eso mismo en la vida real. Hay tenues guiños a ese hecho, pero mal resueltos: poco más que un set de filmación donde se rueda la película de ficción que las reúne, uno igual al de Los paraguas de Cherburgo (el gran film de Deneuve), pero que queda simplemente en el dato frívolo. Hay líneas de diálogo ingeniosas que dan cuenta de que estamos viendo a Deneuve-Béart actuar de Deneuve-Béart, algunas disparadas hacia la edad y la trayectoria del personaje de la primera y otros al look de la segunda. La tercera actriz (Mélanie Bernier) es la estrella en ascenso, joven y perteneciente, en teoría, a esa nueva generación, con gran futuro, que renovará el cine francés.

El último personaje es un hombre, Robert (Kad Merad), encargado de limpieza de una agencia de representantes de artistas que está obsesionado con estas tres mujeres. Aparentemente tiene un buen conocimiento del negocio y se inmiscuye en sus vidas: las llama, les maneja la agenda e interfiere en sus vidas sentimentales. Todo esto le ha costado su propia vida conyugal y una mala relación con su hija adolescente. Él es quien reúne a las actrices en el mismo film, ejercicio de manipulación del que las tres son víctimas. En cuanto al personaje de Robert, el film también patina: al principio es presentado como un psicótico insalvable al borde del célebre De Niro de Cabo de miedo, razón por la cual después recibe un inmoderado castigo (las actrices deciden unirse para vengarse y maltratarlo), para más tarde ser pintado como una pobre víctima.

En definitiva, el conocido ida y vuelta donde la comedia apenas si logra asomar.