Mis días felices

Crítica de Daniel Garabal - Meridiano actual

Cuando una gran actriz, vale más que mil palabras

Cuando una Caroline cumple los 60 años, se jubila y este nuevo estado se le hace muy pesado. Para una mujer sumamente activa, independiente (también arrogante por momentos) y con un matrimonio monótono le es difícil esa etapa de la vida. Por esto sus hijas le regalan para ir a un Centro de Jubilados llamado “Mis días felices”. Allí tratara de hacer algunos talleres, pero no hay ninguno que la satisfaga, hasta que uno de los instructores, de la misma edad que sus hijas, le hará recordar que está viva. Esta nueva relación a escondidas, logrará que renazca y se reencuentre con ella misma pero puede también hacer que pierda lo que había conseguido hasta ese momento.

Sin lugar a dudas “mis días felices” se podría haber convertido en una película francesa más que pasaría por las taquillas sin pena ni gloria, pero la fantástica actuación de Fanny Ardant y su metamorfosis de esa mujer apática, engreída y soberbia, sumida en el aburrimiento total, hasta la que se va reencontrándose con ella misma, es realmente soberbia. La directora, Marion Vernoux, supo sacar provecho de una actriz que levanta un guión con algunos altibajos.