Miró. Las huellas del olvido

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

LA IDENTIDAD RECOBRADA

En un momento del documental Miró. Las huellas del olvido, se escucha la voz de un hombre afirmando que “las historias pujan por salir”. La trama que impulsa a esta película es de carácter espectral: un pueblo llamado Mariano Miró, fundado en 1901 por inmigrantes y abandonado en 1912 para trasladarse a otros lugares aledaños. Del mismo modo que los arqueólogos remueven la historia para extraer los objetos perdidos, la directora Franca González bucea en una identidad recobrada, una búsqueda motivada por una especie de obsesión. La reconstrucción abarca desde los relatos orales, los recuerdos, hasta registros y documentos.

Sin embargo, hay algunos detalles que por la vía afectiva poseen un peso simbólico determinante: por ejemplo, el emotivo momento en que un plato es rearmado a partir de los pedacitos hallados. Un signo es capaz de sustituir una catarata de palabras y discursos trillados y bastardeados en los tiempos que corren, a la vez que confirman un legítimo movimiento hacia la materialidad misma del cine antes que a los gritos publicitarios imperantes. Lo particular conduce a una estructura socavada que asoma a partir de las imágenes en torno a una gigante tierra baldía, asolada por la explotación sojera y la ausencia de aquellos ferrocarriles que alguna vez le dieron vida. En este sentido, los mismos inconvenientes del presente son rastreables en el pasado, confirmando el eterno retorno de los problemas en la Argentina.

Esta estampa es captada por la cámara con los silencios y los tiempos muertos necesarios, acordes a la soledad y el vacío en que han quedado sumidos los sueños de una población. No es La Pampa esta como expresión de libertad en el Martín Fierro; tampoco la de Borges, aquella que en la hora de la tarde “siempre está por decir algo”. Más bien se trata de un enorme espacio devastado en el que apenas existen raptos de belleza bien captados por una fotografía notable.

Sin embargo, la película posee un gesto detectivesco capaz de dar a entender que una especie de conspiración entre los habitantes hizo desaparecer al pueblo debido a un reclamo de las tierras. Tal vez, el punto más objetable de Miró. Las huellas del olvido sea su exacerbado estatismo como la melancolía muchas veces rebalsada. Es lógico tratándose del tema abordado, aunque “esas mismas historias que pujan por salir” no necesariamente encuentran la vena adecuada para sostener el interés durante hora y media.