Mío o de nadie

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

COMEDIA INVOLUNTARIA

A esta altura del partido, estoy bastante convencido que desde hace décadas hay un único guión que circula de estudio en estudio, de productor en productor, que sirve como molde elemental para esos relatos pedorros sobre gente progresivamente obsesiva con alguien (un amigo/a, novio/a, amante, etcétera), hasta entrar en una espiral de locura y muerte bastante impresentable. Lo que se hace es cambiar nombres, lugares, algunas situaciones particulares, parentescos, pero no mucho más: lo que tenemos es la misma idiotez con distinto título.

Quizás ese guión era el de Atracción fatal, aunque hay que reconocer que ese film, con todo el sexismo, machismo y misoginia que tenía a cuestas, no dejaba de tener un vigor ciertamente atractivo. Las réplicas que vinieron a continuación fueron productos en piloto automático, tan carentes de sentido, tan repetitivos, tan inverosímiles, que no terminan generando ninguna clase de suspenso. De hecho, da para preguntarse cómo terminan ocupando salas en vez de ir directo a los formatos hogareños. Mío o de nadie es un nuevo ejemplo de esta perpetua producción en cadena hollywoodense, centrándose en una mujer (Rosario Dawson) que inicia lo que parece ser una idílica vida con su nueva pareja, pero que deberá lidiar con la ex esposa (Katherine Heigl), quien no está tan dispuesta a aceptar que el que fue su hombre esté con otra persona.

La película de la debutante Denise Di Novi (quien tiene una larga trayectoria como productora) no consigue eludir todos los lugares comunes esperables: las sonrisas iniciales que derivan luego en muecas malignas; pasados oscuros que no se revelan básicamente porque la trama lo necesita; una villana de cartón corrugado y que es mala porque sí; psicopateadas infantiles pero pretendidamente serias; el marido que es medio tonto y se da cuenta de todo demasiado tarde; situaciones donde la protagonista queda mal parada porque es un poco ingenua y porque los demás son todos malpensados; escenas de sexo publicitarias al extremo; giros que se ven venir a mil kilómetros de distancia; y un largo etcétera. Y ni siquiera tiene autoconciencia de todos sus estereotipos, con lo cual se pone pretenciosa pero termina causando gracia de forma casi involuntaria, a tal punto que la última media hora es definitivamente una comedia, porque es imposible tomarse en serio lo que está pasando.

Mío o de nadie posee una narración y una mirada sobre el mundo que atrasa (mínimo) treinta años y lo único que se puede reconocer es que tanto Dawson como Heigl (con su carrera en caída libre) le ponen garra al asunto, aunque estén lejos de tener buenas actuaciones. Es un thriller sin tensión alguna, totalmente irrelevante y que por suerte será rápidamente olvidado.