Minúsculos

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Los sonidos de la aventura, producto de una enorme factura que abarca a todas las edades

Ya citamos varios ejemplos del cine de animación estrenado este año, claramente uno de los mejores de un tiempo a esta parte. Es el turno de la adaptación al cine de la serie “Minúsculos”, creada por Hélène Giraud y Thomas Szabo en 2006. Casi 80 episodios después, y con un buen índice de popularidad en Europa, los estudios Futurikon abordan el primer largometraje: “Minúsculos: el valle de las hormigas”.

Tanto en un formato como en otro, la idea central es tener una mirada “insectívora” sobre el mundo de los insectos. Al comienzo vemos una pareja humana disfrutando un picnic en un bosque del parque nacional de Ecrins, en Francia. Al comenzar su dolor de parto, ella y su marido salen corriendo al auto dejando algunas cosas a merced de la naturaleza. Mientras tanto, nace una Vaquita de San Antonio, que al intentar aprender a volar queda rezagada de sus padres y debe tratar de volver a las filas. Así da comienzo un montaje paralelo en el cual vemos, por un lado, los objetos abandonados que lentamente se van convirtiendo en trofeos para cada una de las especies, en particular para unas hormigas negras que al descubrir una cajita metálica con terrones de azúcar su misión cambia de prioridad. Por el otro, nuestro héroe ha perdido un ala y debe, pese al clima lluvioso, tratar de encontrar el camino hacia los suyos. En el trayecto da con la cajita en cuestión y se convierte en involuntario pasajero del transporte. La circunstancia hará que la patrulla de esas hormigas se encuentre con sus enemigas, las hormigas rojas, que también quieren el dulce trofeo, y en esta lucha por la comida se dirimirá la cuestión a la que no le faltarán aventuras, acción y, claro, un héroe.

Con la solidaridad como eje central, entre varias temáticas, “Minúsculos: el valle de las hormigas” es una brillante propuesta narrativa. No necesariamente por la historia per sé (el camino del héroe tantas veces visto desde Errol Flynn a “El señor de los anillos”), sino por la forma de narrarla.

Los escenarios son naturales. A estos se imprime la animación de los insectos, lo cual le da un marco muy natural que además brinda la posibilidad de reinterpretar el ecosistema (por ejemplo cuando La vaquita se eleva en su primer vuelo y se escucha el ruido del tránsito como si cada patrón de vuelo representara también el caos de la ciudad).

De todos modos nunca se intenta desde la realización poner a la naturaleza como personaje, ni tampoco inclinar su balanza hacia lo positivo o negativo. Por el contrario, se da a entender que sea cual sea el marco, la capacidad de adaptación e improvisación frente a circunstancias adversas es el factor a desarrollar por cualquiera que pretenda estar vivo en éste mundo.

Otro factor que los directores Hélène Giraud y Thomas Szabo utilizan a favor, y en forma pocas veces vista, es el sonido. Primero, por la búsqueda del humor con esas miradas que se toman el tiempo para entender la situación en absoluto silencio. Los personajes clavan la vista en un objeto, o en el vacío, o entre ellos. En ese silencio, el espectador lee, interpreta y razona junto a los “protagonistas”. Segundo, por una extraordinaria, fundamental, e indispensable banda de sonido de Hervé Lavandier que, en dosis justas, aporta humor, dramatismo, suspenso y cierto aire naif que refuerza la partitura cuando ésta debe apretar el acelerador. Tercero, por la ausencia total de diálogos. Lejos de ello, el trabajo de foley y de diseño de sonido aleja al espectador de recibir toda la información masticada e invitando a la vez a ser llevado por las imágenes para la comprensión global de la historia.

Una realización que trata a los chicos como seres sensibles, pensantes e inteligentes, en lugar de nenitos tontos. “Minúsculos: el valle de las hormigas” se emparenta con “El oso” (1988) de Jean Jaques-Annaud, tanto en el seguimiento del personaje como en su impronta de gesta heroica. Un producto de enorme factura que abarca todas las edades, siempre y cuando los que estén frente a la pantalla se dejen llevar por éste gran viaje.