Minions

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

Casi todas las sagas animadas que nos llegan desde Hollywood parecen tener esos personajes roba cámaras que, tarde o temprano, se terminan ganando su propia historia en solitario. “Madagascar” tiene a sus pingüinos, “Toy Story” unos aliens verdes que acompañan pero que, hasta ahora, no lograron pegar protagónico, el Gato con Botas compinche de Shrek ya tuvo su momento de gloria y ahora, por supuesto, le toca a los Minions, esta suerte de chizitos inteligibles destinados a hacer tantas maldades como travesuras.
Pierre Coffin, director de las dos entregas de “Mi Villano Favorito” (Despicable Me), suma a Kyle Balda para contarnos el origen de estas criaturitas y su gran propósito como tribu: servir al malo más malo de turno. Nacidos como organismos unicelulares, los Minions fueron atravesando, y sobreviviendo, a través de los siglos aliándose con la especie dominante y ayudándolos en cualquiera fueran sus propósitos. Desde los dinosaurios del jurásico, pasando por el hombre primitivo de la edad de piedra, los faraones del Antiguo Egipto y hasta algún que otro malvado gobernante con delirios de grandeza como el pequeñín Napoleón Bonaparte, estos bichitos amarillos han hecho hasta lo imposible para servir a su amo.
Claro que, la mayoría de las veces, esta relación simbiótica no resultó muy duradera obligándolos a pasar rápidamente al próximo villano de la lista. Pero hubo un tiempo en que los Minions quedaron aislados y sin un amo a quien servir. El aburrimiento extremo puso en juego su existencia hasta que un corajudo hombrecito llamado Kevin tuvo una gran idea: salir de la cueva hacia el mundo y no regresar hasta encontrar a ese “jefe” que los lidere.
Kevin no logra gran apoyo de sus pares, salvo por el pequeño y entusiasta Bob y el distraído y soñador Stuart que es empujado a formar parte de esta aventura. El trío atraviesa medio mundo hasta desembarcar en Nueva York en los psicodélicos años sesenta donde descubre que existe una gran convención de malosos en algún lugar de la ciudad de Orlando. Hacia la Villano-Con (sí, así como leyeron) se dirigen con toda la intención de convertirse en los nuevos patiños de Scarlett Overkill, la primera mujer supervillana que ha conocido la historia.
Ahí empieza la verdadera odisea de estos tres amigos que viajaran hasta la ciudad de Londres para cumplir los deseos y caprichos de su nueva ama y meterse en un sinfín de quilombos como ya nos tienen acostumbrados.
“Minions” es, básicamente, una precuela enfocada en estos personajes amarillos, que (al parecer) ganaron más notoriedad que Gru, ambientada a finales de la década del sesenta lo que provee una infinidad de chistes y referencias a la cultura pop destinados más a los adultos que a los chicos que se sienten en la sala, así también como una gran banda sonora plagada de hits que se vuelven un poquitín insoportables cuando son interpretados por estos personajes que no modulan una sola palabra que podamos entender.
“Minions” tiene algunos gags interesantes y muy graciosos, una gran apuesta visual (sobre todo cuando se trata de los paisajes londinenses) y una historia divertida para pasar un buen rato familiero, incluso su doblaje es correcto y no molesta (no llegaron copias en inglés a nuestro país, así que tenemos que conformarnos con Thalía y Ricky Martin), pero no deja de ser una película de animación genérica que no tiene mucho que aportar en materia narrativa o estética al igual que los spin-off ya mencionados. Incluso, para aquellos que no nos enamoramos de estas criaturas fanáticas de la banana en las entregas anteriores, la sobreexposición y el balbuceo constante (en una mezcla de idiomas y sonidos guturales) se vuelven un poquito insoportables en algún punto de la historia.
Desde su relato y la aventura, “Minions” es estrictamente infantil y disfrutable para todas las edades. Más allá, podemos cuestionarnos cierta violencia desmedida y otras situaciones absurdas que se exponen ante nuestros ojos que, aunque tienen un carácter estrictamente de entretenimiento y comedia física, no dejan de ser un tanto sádicos y perturbadores para los niños (y adultos) impresionables. Eso, si nos lo ponemos a pensar, claro está, sino ¡BANANA!