Minions

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

La razón de esta producción se instala en ambas películas en las que aparecen como secundarios pues lograron llamar la atención del publico en general, por lo que casi se les imponía, sobre todo desde la mirada de explotación económica, su propia película, tal cual sucediera con “Los pingüinos de “Madagascar” (2005), pero con mayor expectativa.

Seria una producción donde estos inciertos personajes, sin definición, ni origen, ni proyección, pudieran expandir sin impedimentos todo el potencial de buenos malvados, del absurdo absoluto, puestos en función de la deconstrucción del chiste como lo inesperado, del gag como salto.

Los “minions” podría ser la consecuencia de toda esa apuesta por personajes mudos que dicen mucho desde el manejo del acción de humor físico, con un físico que se los impide, tan absurdo como la teoría aerodinámica dada por tierra por las abejas, haciendo una comparación, así de efectiva.

Pero varios son los problemas por los que atravesaría la producción: desde la estética apunta a un publico de primera infancia; desde la voz en off a los encuadrados en los primeros años escolares; desde la instalación temporal de la acción donde se desarrolla la mayor parte de la historia. Deja afuera a todos ellos e involucra a los adultos, para quienes ese tono humorístico se presenta como avejentado más allá de los guiños.

Al ubicarse primordialmente en pleno año de 1968 de Los Beatles, Los Rolling Stones, el amor libre, los hippies, hasta Bee Gees estaba de moda, el surgimiento del pop, todas referencias en las que los niños quedan extrapolados.

El otro problema es la destrucción a mansalva del discurso del texto de origen. Esta producción se presenta como una precuela, lo que sería conocer como llegaron los minions a ser los secuaces de Gru, el villano favorito.

El corolario de la primera estaba sustentado en la relación tortuosa con una madre que no quería a su hijo, ni lo aceptaba, huérfano de padre, era una versión casi siniestra de “Don Fulgencio”, el hombre que no tuvo infancia, y de cómo la llegada de esas tres huerfanitas le hacían conocer eso que le estuvo vedado toda la vida y, consecuentemente, lo convirtió en eso de ser el mayor villano del momento.

Posiblemente las niñas se hayan robado el protagónico de la primera, y encubiertamente los minions el protagonismo de la segunda, sin embargo todo se apoyaba en la estructura del personaje de Gru.

“Minions” abre con escenas en el mar desde épocas inmemoriales; del origen de la vida en la tierra, allí ya se vislumbraban los primeros mininos, empezando como individuos conformando un organismo social, todos amarillos, (cualquier referencia religiosa universal o política argentina es pura coincidencia, en serio. ¡Eh!!!?), los minions evolucionan a través de los tiempos buscando servir en cada momento de la historia de la tierra a los villanos más despreciables. Siempre fracasando, ya que irremediablemente desaparecen los villanos, y en su afán de servir a estos amos no hacen selección alguna, desde el Tiranosaurio Rex hasta Napoleón, pasando por los Neandertales.

Hasta que perdidos en el ártico se encuentran sin nadie a quien servir y caen en una profunda depresión colectiva. Pero luego de años de estatismo puro surge un minion llamado Kevin, quien tiene una idea: junto con el adolescente rebelde Stuart, y el pequeño y adorable Bob, se aventuran en el mundo para encontrar a un nuevo jefe maligno a quien sus hermanos puedan servir.

El trío se embarca en una aventura emocionante que los lleva a su próximo amo potencial, Scarlet Overkill, la primera súper villana mujer del mundo. Viajan de la helada Antártica hasta la ciudad de Nueva York en 1968, terminando en la moderna Londres, donde deben enfrentarse a su mayor obstáculo hasta ahora: salvar a toda la especie minion de la aniquilación, por venganza de Scarlett, o algo así.

Seguramente redituara económicamente, pero falló en el propósito de instalar a los personajes como primarios e independientes. Eso si la secuela de “Mi villano favorito 2” (2013) esta más que a disposición de los estudios.

El humor inverosímil, el desestabilizante, el inesperado, el de lo infrecuente, el de la mudez más no del silencio, no logran sostenerlo en el tiempo, se acaba pronto, para luego convertirse en una aventura de las corrientes del cine de animación. Una Lastima