Minions: nace un villano

Crítica de Leandro Porcelli - Cinéfilo Serial

No es fácil hacerse a la idea que esta franquicia es la saga de animación más taquillera de la historia del cine. Y es que no hay juguetes, ogros ni hielos que aguanten. Quizás sea la inmediata reacción negativa de unos tantos cada vez que revive el marketing que le da vida a los pequeños secuaces amarillos, o más probablemente que el estilo de Illumination se encuentra tan en contrapunto con la tradición de animación occidental en 3D imperializada por Pixar y Disney que su éxito no termina de sentirse cómodo en ojos ajenos.

Con el correr de la franquicia fueron tomando distancia de esos valores que priorizan el sentimentalismo tan a lo Woody o Simba, para dedicarse cada vez más a esa primitiva superficialidad del entretenimiento mucho más cercana a la tradición del 2D occidental liderada por los Looney Tunes. Los minions son el comic relief que creció para adueñarse de todo, llevándose por delante al supervillano padre soltero para ofrecerle una sinfonía de irreverente caos a espectadores sedientos de superficialidad. «Minions 2″ es eso, pero en los 70s.

Ya en su lugar en el mundo, junto a un Gru de 12 años, los minions son los únicos que pueden salvarlo de un conflicto interno entre su grupo de supervillanos favorito. La dinámica entre los minions y Gru se mantiene como de lo mejorcito de la cinta, con un resto de elenco invitado que dista mucho de estar a la altura. Alan Arkin en particular demuestra ser un caso perfecto de estudio sobre los peligros de castear actores live-action sin la capacidad de explotar su expresividad vocal en un terreno para el que actores de voz profesionales sí fueron preparados. Hay nombres coloridos como Jean Claude Van Damme, Lucy Lawless, Danny Trejo y Dolph Lundgren, pero sus interpretaciones pasan sin pena ni gloria ahogadas por personajes igual de colorinches que en mayor o menor medida terminan teniendo mayor impacto gracias al trabajo de diseño y animación. Es en eso donde Illumination, en sus mejores momentos, sabe brillar: poniendo el talento y trabajo de la animación en pos de la risa, del buen rato. Las risas de la sala en sus películas reflejan las que se nota tuvieron los creativos a la hora de hilar gag tras gag.

Tampoco está de más aclarar que aunque no sea para nada su foco, la parte relativamente sentimental de la película es bastante floja. No hablamos de momentos que apuntan al llanto sino a la emoción detrás del accionar de sus personajes o a la que intenta elicitar por ejemplo un clímax que cae chato luego de una hora logrando encadenar un ritmo más que entretenido. En las primeras de la franquicia de «Mi Villano Favorito» no había mucho de lo que sostenerse cuando algunas escenas o intentos no lograban cuajar correctamente del todo, pero desde la primera «Minions» y pasando por «Despicable Me 3» que esta seguidilla de últimos intentos han sabido agregarle a la fórmula elementos mucho más sólidos para darle base a los riesgos tales como un chiste de flatulencia mal ubicado. El nombre individual al que puede atribuirse esto es Kyle Balda, que tras unos años en Pixar, fue subiendo de rango en Illumination hasta co-dirigir estas últimas tres entregas brindándoles un poco más de pulido visual y marco ambiental a la trama. Básicamente: tuvo el acierto de intensificar el trabajo estético sumándole paleta de colores apuntando menos al realismo y bandas sonoras repletas de clásicos licenciados. Tampoco hizo daño que apuntaran con ellas a décadas tan arquetípicas como los 60s, 70s y 80s respectivamente.

«Minions 2» es un fiel reflejo de la franquicia, en especial de la dirección que ha tomado últimamente. Priorizando la risa momentánea por sobre la emoción duradera, pero haciéndolo con el suficiente despliegue creativo como para darle un valor que justifique los billones que se llevan con cada entrega. Seguramente vuelvan a tener que guardarse un tiempo en la cueva aquellos que sufren ante el mero avistamiento de una funda de celular amarilla con overoles, esta peli no va a hacer que reacios cambien de opinión. Lo que sí logra es hacer que quienes en mayor o menor medida toleren o disfruten de los minions tengan algo más justificado el ir a verlos por quinta vez. Hoy en día en el landscape moderno de animación, lamentablemente eso ya es decir bastante.