Minions: nace un villano

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

La inocencia ante todo

Los protagonistas de Minions: nace un villano son los de siempre: el hombrecito de nariz con forma de pico y sus inefables asistentes amarillos vestidos con mono de trabajo y gafas que cubren sus ojos (u ojo, pues algunos tienen solo uno) desproporcionalmente grandes en comparación al resto de sus cuerpos cilíndricos. Cuerpos que permiten que los directores Kyle Balda (el mismo de Mi villano favorito 3 y la mencionada Minions) Brad Ableson y Jonathan del Val desplieguen una batería de chistes visuales fervorosamente inocentes, como si quisiera retrotraerse a una época previa a Pixar y entregar una película infantil que no aspire a mucho más que entretener a los más bajitos, independientemente del disfrute o no de los mayores. Nace un villano prescinde de todos aquellos elementos instaurados por la casa del velador saltarín. Aquí no hay, por ejemplo, profundidad dramática ni una búsqueda emotiva tan genuina como eficiente en su construcción, así como tampoco el aire de desazón generado por el paso del tiempo y lo que ello implica, ni la búsqueda de dialogar con públicos de todas las edades.

La película propone una historia básica y directa que viaja en el tiempo hasta mediados de la década de 1970 para encontrar a un Gru que, aunque púber, ya sabe que lo suyo es la maldad absoluta. Su sueño no es otro que integrar el grupo Vicio6, una asociación que nuclea a los seis villanos más peligros del mundo, los mismos que robaron una piedra cuyos poderes piensan utilizar durante la noche de año nuevo chino para destruir a sus enemigos de la Liga Antivillanos. Menuda alegría siente Gru cuando es convocado para una entrevista. Como las cosas no salen bien, es tiempo de poner en marcha un plan que involucra a los minios y el robo de esa piedra. Poco importa el resultado del asunto, pues el meollo de la película pasa por poner en movimiento a las criaturitas amarillas y situarlas en situaciones absurdas que se resuelven a puro gag. Los hay mejores y peores, pero siempre hermanados por una inocencia a prueba de todo.